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AEROPLANO 30

del capricho de los vientos, sin poder hacer nada para dirigirse a voluntad. Da Vincci y otros muchos intentaron plasmar sus sueños en imaginativos diseños, más o menos apoyados en la precaria Física que manejaban, pero hasta ahora casi nadie había logrado materializar el invento y los continuos intentos abocaron invariablemente en el fracaso. Pero hacía cinco años, tan sólo cinco, que la antigua quimera cobraba visos de realidad, mes a mes se conseguían logros indudables. Particularmente, el año 1909 había sido fructífero, funcionaba una escuela de Aviación en Francia, otras comenzaban a abrirse en otros países, en ellas había aeroplanos que volaban casi a diario y se enseñaba a pilotarlos, en el mes de julio Louis Blèriot lograba cruzar el canal de la Mancha en treinta y siete minutos, llegando a las Islas Británicas por aire. Dos días más tarde, los Wright demostraban prácticamente al ejército estadounidense la idoneidad de su invento, al efectuar un vuelo en el que se cumplían todos los requisitos solicitados, por primera vez se impresionaron secuencias cinematográficas del aeroplano volando, que el mundo podría ver, se admiraron las evoluciones del modelo Wright Military sobre la base militar de Fort Myer. Las máquinas voladoras ya eran manejables y se podía llegar con ellas casi a donde se propusiera. La última semana de agosto de 1909 (22 a 29) tiene lugar el magno festival de Reims, donde se dan cita la práctica totalidad de los modelos existentes, acuden espectadores de toda Europa y se barajan cifras cercanas al millón de visitantes. Los periódicos de todo el Mundo cuentan y no acaban de los adelantos ocurridos en la Aviación, concediéndose cuantiosos premios: Glenn Curtiss, a la velocidad de 80 km/h, Henry Farman, a la distancia de 180 km, recorridos en tres horas, Hubert Latham, por alcanzar 115 m. en altura. Mientras tanto, en Valencia se comenta todo esto, acontecido en la semana, y el ensayo previsto el domingo próximo, 5 de septiembre, en Paterna, la hazaña que se espera protagonice el valeroso deportista Olivert, como se le adjetiva en los periódicos. Muchos han visto su máquina en la Exposición y la posibilidad de que aquello sea capaz de volar intriga e interesa a todos. Llega el día y un impresionante gentío confluye, desde Valencia y pueblos cercanos al recinto militar, los trenes de cercanías a rebosar, algunos coches de motor y otros de caballos, gente caminando. Antes de las cinco de la tarde ya no cabe una persona más. Parémonos a considerar el ánimo de nuestro piloto. Una popularidad ganada día a día en los últimos meses, depositario del entusiasmo del pueblo, convertido involuntariamente en el indiscutible protagonista de la jornada. Él, indudablemente, no esperaba esta aglomeración de público, quizás algún miembro del concejo municipal y algún periodista sin nada mejor que hacer, unas docenas de vecinos cu- 9 Echemos una mirada sobre la personalidad del designado, como piloto, a la vez que propietario, Juan Olivert. Su popularidad había desbordado los ambientes locales y era tratado en los medios como “valeroso y arriesgado piloto”, indiscutible as de la Aviación y hombre entendido en estos menesteres > > Alfonso XIII, en la escuela Wright de Aviación de Pau (Francia), sigue las explicaciones de Wilbur Wright acerca del manejo y funcionamiento del modelo 2, en febrero de 1909.


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