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en direcciones diferentes, tienen que reunirse de nuevo lo más rápidamente posible para reiniciar la tabla. Es a partir de una primera rotura cuando empieza la actuación de los “solos”; éstos vuelan con un único avión o con dos en el caso del “sincropar”. Para coordinar las entradas y salidas de estos tres elementos tienen que estar muy bien compenetrados el jefe y aquellos. Hay cruces entre aviones solos o entre estos y el grueso de la formación, y estos cruces tienen que producirse exactamente delante del público. Para conseguirlo no hay más solución que ser lo más exacto posible a la hora de volar la trayectoria programada, a la velocidad adecuada y efectuando las correcciones de tiempo calculadas para compensar un posible viento cruzado. La confianza mutua entre los pilotos tiene que ser total, pues de otra forma llegarían las dudas y titubeos que pondrían en peligro la seguridad de la formación o la espectacularidad de la exhibición. Es cuestión de tener una fe ciega en el amigo que vuela a nuestro lado, y es esta confianza total en el compañero la que hace que los lazos de amistad entre los componentes de la Patrulla sean tan fuertes y duraderos. Para el entrenamiento del “solo” hicimos numerosos entrenamientos en el mismo avión el jefe y el piloto seleccionado hasta que definimos la tabla inicial que volaría en la exhibición. Otros entrenamientos se hacían con dos aviones, jefe y “solo”, para coordinar los cruces, o los dos “sincropar” para entrenar su particular exhibición. Con el paso del tiempo llegarían las propuestas de nuevas innovaciones y aportaciones propias de cada piloto que hacía de “solo”, una vez que aumentaban su experiencia y seguridad en sí mismos. UN NOMBRE, UN EMBLEMA Unos días antes del primer vuelo de la Patrulla, cuando aún estábamos en la fase de “reclutamiento” pensábamos en cómo podríamos llamar a la que iba a nacer y la solución nos llegó en el mar mientras Carlos P. Uríbarri y yo mismo navegábamos a bordo de un pequeño velero de nombre Águila por aguas del Mar Menor. Enfrente estaba nuestra “casa”, la Academia General del Aire, en cuyo emblema luce un águila que sostiene las alas del Ejército del Aire. La decisión, como no podía ser de otra manera, fue rápida y todos estuvimos totalmente de acuerdo, se llamaría “Patrulla Águila”. Al cabo de unos meses, meses que pasaban a la velocidad del rayo, empezamos a pensar en nuestro futuro emblema. En el que tenía en mente debería figurar la bandera de España, la Corona Real, un lema y un dibujo. Entre los componentes de la Patrulla, como ya he comentado, teníamos a un buen dibujante, Nacho Márquez y fue él quien presentó el dibujo definitivo para el campo circular del escudo de la Patrulla en el que figuran la letras “Águila” con el águila que se espanta al paso de los aviones de la Patrulla que, aunque no lo pretenden, le hacen saltar algunas plumas. Chito Polo dio con la sentencia que figura bordeando el emblema: “Juncti sed non uncti”, traducción al latín hecha por nuestro pater, Don Calixto, del mas entendible “Juntos, pero no revueltos”. Bordeando por su base el emblema también aparece “Patrulla Acrobática de España”. Cuando se solicitó del mando la aprobación del emblema 167 La experiencia acumulada por otra patrullas como la Ascua de Manises con los Sabre, los T-33 de la Escuela de Reactores de Talavera, o la de los T-6 de la Escuela Básica de Matacán, se había perdido y lo que se aprovechó de su trabajo fue la lectura de algún artículo o el recuerdo de haberlos visto volar


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