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Monte Arruit – (SHYCEA). Campamento antiguo y el poblado. La posición, donde el general Navarro se resguardó con los 3000 hombres que formaban la columna en retirada, queda fuera de la foto, a la izquierda. dieron sobre el terreno, lanzaron bombas, hicieron fuego de ametralladora y consiguieron tener detenido el ataque del enemigo hasta las nueve y veinte, momento en que llegó la vanguardia de la columna, la Bandera del Tercio mandada por Franco. Una vez controlados los alrededores, comenzaron los trabajos de fortificación y abastecimiento de las tres posiciones que habían sido ocupadas. Mientras tanto, la actividad de los aeroplanos continuaba. A lo largo de la jornada fueron entrando en combate las otras dos escuadrillas del grupo. En cuanto aparecía una nueva escuadrilla en la zona de lucha, la escuadrilla que se encontraba allí regresaba al aeródromo para repostar y volver de nuevo al frente. Mediante continuos relevos que duraron todo el día se logró que hubiese una escuadrilla continuamente en vuelo sobre el enemigo. El general Sanjurjo, en su declaración para el juicio contradictorio, recordaba: En los comienzos del combate, y en servicio de exploración, volando muy bajo y en campo enemigo, practicaron amplios reconocimientos, de los que dieron cuenta por medio de partes y croquis trazados a inmediación del cuartel general, los que permitieron conocer el detalle de la situación de las concentraciones y dirigir a ello convenientemente el fuego de artillería, así como la acertada distribución de las fuerzas en todo el centro del combate y los puntos en que convenía acumular mayores contingentes por la probabilidad de ataque. Este servicio de exploración en las condiciones expuestas, continuó durante el desarrollo del combate, contribuyendo poderosamente al éxito de la operación en este sentido. Y ponderaba además el general Sanjurjo: rasgo de valor digno de todo encomio, tanto por la bravura demostrada por los aviadores volando tan bajo en campo enemigo, y por lo tanto con grandes riesgos de aterrizar en él, como por la exposición en que estuvieron, dado el nutrido fuego que le hizo el enemigo a corta distancia: a parte de su abnegación en aquellos momentos, contribuyeron seguramente a evitar un episodio sangriento o quizás a un momentáneo desplazamiento de fuerzas29. Una vez terminados los trabajos y guarnecidas las posiciones, comenzó el repliegue. Era una maniobra delicada, pues eran momentos que aprovechaba el enemigo para lanzar sucesivas oleadas de ataques. Nuevamente, la actuación del grupo Rolls fue decisiva. Al mismo tiempo que la artillería, la aviación fue batiendo a las fuerzas enemigas mientras las propias se iban retirando. Entre cortinas de humo de las explosiones, los aviones entraban y salían casi a ciegas en la zona de combate, descargaban bombas, hacían fuego de ametralladora y volvían a salir; incluso se llegaron hasta el puesto de mando para dejar caer notas que orientasen el fuego de la artillería. Durante el repliegue fue cuando sufrió sus bajas el grupo Rolls. Tres aparatos fueron derribados por fuego enemigo. El “Murcia 3”, pilotado por el capitán Ureta, que llevaba al teniente Arizón como observador, recibió varios impactos en el radiador y en la hélice, y tuvo que tomar tierra en las inmediaciones de Kalkul. Al tomar tierra se rompió, pero los tripulantes no sufrieron consecuencias. El “Salamanca 2”, del capitán Ferreiro también recibió varios impactos y tuvo que aterrizar cerca de Kalkul. El que peor parado salió fue el “H-39”, de la primera escuadrilla. Pilotado por el teniente Hidalgo de Quintana, a la altura de Ras Tikermin fue alcanzado por una fuerte descarga. El piloto recibió disparos en el pecho, la pierna y el brazo. Aún así consiguió ir dirigiendo el aparato hacia las líneas propias. Sin embargo la pérdida de sangre fue tan rápida que perdió el conocimiento. Su observador, el teniente Bellod, tomó los mandos y consiguió ha- 23


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