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REVISTA GENERAL DE MARINA ABRIL 2015

Comercialización de las presas TEMAS GENERALES Los bienes capturados se vendían, por lo general, en pública subasta. En cuanto a los barcos, solían ser adquiridos por sociedades extranjeras, la mayor parte italianas de Génova o Livorno. Las tripulaciones eran consideradas como prisioneros de guerra y su destino era muy incierto. Podían ser canjeados, rescatados mediante el pago de cierta cantidad y en muchos casos pasaban a engrosar las mismas tripulaciones corsarias. Consecuencias para Menorca de la actividdad corsaria Ciñéndonos al siglo XVIII, y como resumen, las consecuencias que tuvo para Menorca la actividad corsaria pueden resumirse del siguiente modo: — Canalización hacia el corso y rentabilización de una importantísima parte del ahorro de la isla. Ello supuso un aumento muy considerable de su riqueza, de los bienes de consumo y de la actividad comercial. — Empleo directo considerable de mano de obra, hasta llegar a un 15 por 100 de la población en los períodos de mayor actividad, y estímulo de actividades relacionadas (carpinteros, herreros, cocineros, armeros, etc.), lo cual supuso un incentivo económico en todos los ámbitos de la sociedad menorquina, — Estímulo de la construcción naval y formación de una importante flota con base en la isla. Todavía en 1821, y según detalla Riudavets Tudurí, autor de una interesantísima Historia de Menorca y capitán de navío honorario de la Real Armada, figuraban registrados en Menorca 10 fragatas, 58 bergantines, 10 polacras, cinco goletas, nueve bombardas y balandras, 15 jabeques y 32 barcos menores. — Desarrollo de una escuela improvisada de marinos de guerra y de gente de mar en general. según el autor citado, también en 1821 la matrícula de mar de Menorca comprendía 162 patrones y capitanes, 92 pilotos, 53 pilotines, 1.218 marineros y 286 operarios de maestranza; en total, 1.811 hombres de mar, casi un 10 por 100 de la población de la isla. — Afianzamiento del comercio de grano con el Levante mediterráneo, que cuando el corso empezó a tocar a su fin, a principios del siglo XIX, tomó el relevo en cuanto a la actividad marítima de la isla, hasta que en agosto de 1820 el Gobierno de España prohibió la importación a todo el país de grano procedente del extranjero, lo cual supuso la ruina del comercio marítimo menorquín y el comienzo del fin de su flota mercante. 2015 417


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