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BIP 143

espacio abierto un suboficial hidrógrafo BIP 73 Ha muerto un hombre, por su edad es probable que se encuentre en la franja que delimita la vida y la muerte, pero no debía de haberlo hecho, en su caso, esa franja debería de haber sido más amplia, más generosa. Pocos compañeros a despedirlo, los de su «quinta» se han marchado casi todos, seguro que están esperándole para que les ayude a efectuar un levantamiento hidrográfico allá en el otro mundo. Porque este hombre ha sido toda su vida un hidrógrafo, es lo mismo que se llame Paco, Adolfo, Juan o Santiago, o tal vez Isidro, como tampoco importa que le apodasen de una u otra manera. Este hombre, los que le han precedido y los que saben que no va a tardar mucho para seguir su huella, son por encima de todo Suboficiales Hidrógrafos, a pesar de que en la esquela le hayan puesto la categoría de Alférez de Navío. Desconozco como habrán sido sus últimos años, he coincidido pocas veces con alguno de ellos, pero sí que sé lo que van ha hacer cuando lleguen allá arriba, lo mismo que han hecho toda su vida. No van a conocer de días, les va a ser igual que sea laborable o festivo e incluso poco les va a importar que sea Semana Santa o Navidad. Allá les va a sonar la puerta del camarote y la voz del marinero de guardia le va a decir que son las seis, a él y al resto del equipo y va a comenzar su día, saltará de la cama y se tomará de pie un café caliente y unas galletas. luego se irá al campo, supongo que allí la orografía del terreno será como la de cualquier isla, según nos cuentan es un sitio en el que todo el mundo es feliz, así que debe ser como la Gomera por ejemplo, lugar donde este hombre ha estado bastante tiempo y como creo que aún no han llegado los equipos que hacen que los levantamientos hidrográficos sean más cómodos, GPS, Sonar, Multihaz, mareógrafos, el hombre no sabe que esos equipos existen, va a coger el trípode y comprobará que se encuentra en perfecto estado, como el teodolito y en blanco la libreta en la que va a anotar los datos de la zona que va a topografiar y a la que van a llegar dando tumbos en un camión, él menos porque es el jefe de Trabajo, el más antiguo, aunque eso no quiere decir nada, cuando unos días antes acompañaba al oficial que triangularía el terreno, esto es, que partiendo de un par de puntos con coordenadas conocidas, va a medir para poder calcular las de otros en los que se apoyará este suboficial, pues ese día él iba detrás, con el resto del equipo, espero que donde vaya a realizar este nuevo levantamiento los caminos sean más accesibles porque cuando lo hacía aquí era más joven y soportaba el traqueteo del vehículo soportando los dolores de los huesos y de los dedos de las manos con las que se sujetaba para no rodar. Este suboficial llegará al punto de partida y quitará el asta que estaba para instalar su equipo, beberá un poco de agua y comenzará a medir ángulo y distancia a la mira taquimétrica que va a delimitar la costa y aquellos accidentes que sea conveniente meter en la carta náutica. Es probable que en este levantamiento que va a realizar se apoye de fotografías aéreas, muy antiguas, en blanco y negro, para poder realizar con más exactitud el trazado con un transportador y un escalímetro, entre las dos astas a las que se les habrá calculado su posición geográfica, tarea ardua en la que intervienen los oficiales, ellos son los que manejan aquel programa que viene en una tarjetita que se entra en una calculadora, aún no se sabe de ordenadores. De una u otra manera este suboficial trazará con precisión los puntos medidos para que en la carta quede perfectamente delimitada la costa, y lo hará con ayuda de los croquis que irán dibujando en el terreno. Sin prisa pero sin pausa lo hará al día siguiente de haber medido porque el posterior tendrá que salir él de nuevo. Es posible que allá arriba la comida sea más sabrosa, que no mejor, al menos no se comerán los filetes empanados fríos y regados con un trago de vino peleón, porque eso sí que no tiene que faltar en el listado del material, la bota de vino. Es probable que este suboficial y su equipo cuando vayan a sondar, esto es a medir la profundidad, tengan una lancha más manejable, ya las fuerzas no son las mismas y el kitchen cansa a todo el mundo, al patrón, a los banderistas y a él que estaba pegado al sondador, un equipo que ya será de nueva generación y no desprenderá un olor a pólvora quemada que en días en los que la mar se enfadaba y movía el bote hacía que todos acabasen arrojando por la borda el bocadillo de mortadela, menos mal que el vino daba cuerpo y tranquilidad. Más tarde, al día siguiente, con su rollo de sondador, la libreta de cortadores, es verdad, aquellas personas de su equipo que dejaba en tierra, en medio del monte, sin más compañía que un lagarto, con su trípode y aparato del que no despegaban los ojos para medir el ángulo que formaba el bote cuando arriaba una o dos banderas con uno o varios puntos conocidos de tierra. Este suboficial se sentirá contento cuando comience a observar como el papel vegetal se va llenando de datos, una costa que medirá, unas sondas reducidas a la mínima cota porque para eso habrá tenido a un hombre midiendo cada cinco minutos la altura de la marea, una sonda mínima para que ningún ángel despistado encalle su lancha y este suboficial sonreirá cuando vea su carta náutica publicada, como hacía en su época, como hacía su equipo, los cabos, los marineros, su jefe y sin necesidad de más palabras observarán su obra maestra, la carta que este suboficial levantará allá donde vaya, una carta acompañada de otros documentos, anuario de mareas, derroteros, libros de faros, carta de calidad del fondo… Por eso no te digo que descanses en paz, no podrás, mi deseo es que sigas, si puedes, siendo como siempre has sido, un gran profesional. FRANCISCO BAuTISTA GuTIéRREZ AlFéREZ NAVÍO (R)


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