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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO SEP 2015

CENTENARIO DE LA CREACIóN DEL ARMA SUBMARINA a sí mismo o a los demás, ya que forma parte de un todo como valioso elemento. Esta camaradería engendra confianza mutua y ello lleva a no permitir a bordo a un individuo que hable sin cesar sobre temas ajenos que no son de su competencia, pues ese farsante, por charlatán y bocazas, es de lo más abominado en este «mundillo» nuestro. Para rematar esta autoarenga —que no quisiera fuese interpretada como autoperorata— filosofeo con mi sombra y me atrevo a clasificar al submarinista como practicante de la doctrina basada en el fundamento moral de que el fin supremo de la sabiduría es la virtud, entendiendo por tal la integridad del ánimo para obrar el bien; y esta doctrina se conoce con el nombre de estoicismo. cada tripulante es un luchador estoico y esa condición profesional es normal que le acompañe en sus otros comportamientos, familiares y sociales, ajenos al servicio. Leo en Eslava Galán que un ciudadano de la Roma republicana clásica debería poseer virtudes privadas tales como integridad (probitas), juicio ponderado (consilium), celo (diligentia), autodominio (temperantia), tenacidad (constantia) y rigor (severitas). si a ellas unimos las virtudes ciudadanas de fidelidad (fides), devoción (pietas), valor (virtus), independencia (libertas) y ley (lex) resulta que lo que está describiendo —sin imaginarlo— es al perfecto componente de la tripulación de un submarino español, al que yo añadiría otras dos virtudes: la austeridad y la agresividad. si la primera falla, se produciría la decadencia del Arma —como la historia nos enseña con reiteración—, y si la segunda se debilita, el resultado de la misión se empobrece. ¡buena patrulla! 406 Agosto-septiembre


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