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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 892 JUL_AGO 2015

Recursos Humanos REVISTA EJÉRCITO • N. 892 JULIO/AGOSTO • 2015  63  nadie les pudo decir que habían cumplido el principal objetivo: volver todos. Releyendo estas líneas, que tienen más de remoción de conciencia que de estricta verdad, este artículo sería sido un tremendo fracaso si alguien que haya sufrido de cerca un fallecimiento se sintiese dolido, porque el objetivo no es minimizar el dolor, sino retomar conciencia de que la muerte forma parte inseparable de nuestra profesión, tanto para sufrirla como para causarla. Creo precisamente que es el sentimiento la clave del éxito de cualquier unidad. Hay una palabra odiada por su matices afeminados que viene dada en la expresión «es un hombre muy sensible». Posiblemente la mayoría de nosotros preferiríamos no ser «de esos». Gran error, es al revés. «No sé si enamorarme o comerme un sándwich, el caso es «sentir» algo en el estómago», decía Mafalda. La sensibilidad es condición indispensable del buen jefe. Se hace extraño concebir una profesión altamente vocacional como la nuestra si no se está dotado de sensibilidad. Difícil creer en símbolos y sentir emoción ante ellos si no se tiene un carácter sensible. Imposible ser un buen jefe si no se tiene el tacto humano para palpar las dificultades, el dolor de nuestros subordinados en ocasiones. ¿Qué tendrá que ver la dureza de la guerra con la percepción del sufrimiento, con la sensibilidad ante los problemas ajenos? Nuestra profesión es una profesión de románticos, de soñadores, de «cuatro sin sentido» dispuestos a jugarse el pellejo porque alguien nos lo manda sin cuestionar la justicia internacional que nos avale, el respaldo ciudadano, o lo que encontraremos en el hogar tras un semestre. Y es que esto de la sensibilidad se estila poco. En nuestro decálogo interno, prima más el formato bravío que el emocional, pero la respuesta viva y resolutiva no suele ser la más atinada cuando tratamos problemas de personal, de gente, de nuestra gente. En ciertos niveles, cuando llegan los problemas no solucionados en primera instancia, es porque no son sencillos y, como tales, difícilmente se resolverán por ímpetu, aunque es lo que nos pide el cuerpo. Todos disfrutamos contando en ambientes relajados cómo resolvimos una situación compleja mediante un acertado ejercicio de autoridad que no daba lugar a dudas a saber quién mandaba. Un ejercicio veloz de comprensión-decisión que nos llevó a amonestar a alguien, reprimirle, atajarle aplicando a Newton: acción-reacción. Nos envalentonamos incluso exagerando nuestra capacidad resolutiva y contundente. Sin embargo, más certeros solemos estar meditando e intentando adivinar los porqués, las motivaciones, las percepciones y las intenciones del infractor... con sensibilidad. Uniendo los dos argumentos que guían este artículo: la muerte y la sensibilidad, es más que posible que el éxito de la misión (exterior) no se centre en volver todos a casa, sino en haber entendido y ayudado al país al que nos encaminamos. El éxito de la misión, quizá no se deba exclusivamente a la puesta en práctica de nuevas tácticas, técnicas y procedimientos, ni a haber experimentado con éxito nuevos materiales, sino que requiera unas dosis de «cultural awareness» (concienciación cultural) infinitamente superiores al habitual conocimiento de sus formas de saludo o de cortesía en el inicio de una conversación. Esa sensibilidad que aplicamos con el subordinado, tiene que ser por fuerza la misma que apliquemos en el entendimiento de la situación, del sufrimiento y del bagaje cultural del país en el que hemos aterrizado. Algunas veces he dicho que será difícil que tengamos que ir de misión a Francia. Los países en los que nos hemos desplegado durante treinta años son desastres de guerra y humanitarios, caos de herencias históricas complejas y dramas sociales que no pueden tratarse solo con el planeamiento táctico. Es posible en cambio que sea el conocimiento empático del pueblo que sufre una guerra en cualquier formato el que nos lleve realmente al éxito de la misión. Serán el corazón y la sensibilidad los que nos lleven a sentir su drama como algo nuestro, y entonces su lucha será la nuestra. La ausencia de miedo y la comprensión serán los que nos lleven a entender, y por tanto a compartir, y por tanto a actuar con entrega, y por tanto a triunfar en el objetivo último de la misión, que siempre es el mismo: ayudar a un país con problemas. Siendo así, entonces sí, ojalá sigamos volviendo todos.n


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