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REVISTA GENERAL DE MARINA NOVIEMBRE 2014

HISTORIAS DE LA MAR «Operation waterfall» (manguera al canto), un orgulloso tripulante del «Ike» exclamó «¡la próxima vez se enfrentarán a alguien de su tamaño!», demostrando que la guasa no es patrimonio exclusivo de los sevillanos. Finalizada la comisión, el 19 de agosto el «Ike» cruzó el Estrecho de regreso a su base en Norfolk: según el teniente de navío Dennison (ver bibliografía) su outstanding performance y la ausencia de any discrediting incident durante el despliegue no habían pasado inadvertidos, y se creía que el buque iba a recibir un Battle Effectiveness Award que, sin duda, daría nuevas «alas» a la carrera de su comandante. Para el capitán de navío Beck, el despliegue que estaba a punto de finalizar era la culminación de su carrera antes de optar al empleo de contraalmirante; las «obras y pensamientos» que durante 28 años de servicio había ofrecido a su país no solo acreditaban una capacidad excepcional, sino un indudable patriotismo. Gary L. Beck se había graduado en Ciencias (B. S.) a los 21 en la Universidad Central de Michigan, y tras dos años como profesor de matemáticas en una High School había ingresado en 1960 en el Aviation Officer Candidate Program, consiguiendo sus alas el año siguiente. Al parecer empezó volando el A-4 Skyhawk, y consta que tras ejercer como instructor en su escuadrilla hizo un máster en ingeniería aeronáutica y se graduó como piloto de pruebas, ocupación que desempeñó durante tres años. Debió divertirse lo suyo, porque su historial incluye más de 3.800 horas de vuelo pilotando veintitantas aeronaves diferentes, desde F-4 Phantom a helicópteros H-3 Sea King. También incluye un despliegue en la crisis de los misiles de Cuba, two combat deployments to South-East Asia (con 140 misiones de combate) en los portaaviones Hancock y Shangri-La y otros dos despliegues en el Ranger en tiempo de paz. Cuando en 1979 terminó su mando de capitán de fragata (el «Attack Squadron 127») debía tener 42 años y, a juzgar por las 14 Air Medals de su surtido medallero, le quedaba muy poco que demostrar en el aire. Habría sido un buen momento para pasar a la vida civil y convertir su formación en dólares, pero optó por una «conversión» más difícil: un cambio de elemento. A finales de 1980 Beck ya había hecho los cursos del graduate level nuclear engineering y estaba calificado como shipboard engineering officer of the watch, lo que sorprenderá a quienes no sepan que, en la Navy, para obtener el mando o la «segundancia» de un buque de propulsión nuclear hay que saber de todo. Beck no era «marino», pero sus siete años de embarque como aviador permitían encajarle como oficial de operaciones en un portaaviones mientras rellenaba lagunas, y le destinaron al Carl Vinson, todavía en construcción; cuando el buque entró en servicio en 1982 pasó a ser su segundo comandante. Hay razones para pensar que Beck era un buen «ingeniero» (en un sentido amplio), pero seguía sin ser «marino», y es obvio que como segundo no montaba guardia de puente; personalmente me aterran algunos aspectos de su formación (two day practical shiphandling course, four day course in navigation rules of the road), pero lo mío puede ser corporativismo. Al menos, la 738 Noviembre


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