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REVISTA GENERAL DE MARINA NOVIEMBRE 2014

TEMAS GENERALES respondido a las de tierra: ¡Buen viaje nos dé Dios! Los barcos han desparecido al otro lado del horizonte. Comienza la travesía más larga por el Mar del Sur.» (Lapierre, 2013: 172). En tercer lugar, se hace evidente entonces el poder de España, que a su vez se identifica con Isabel y su afán y conciencia del mismo: «Tanto como el temible mascarón de proa del San Gerónimo, tanto como esa sirena completamente dorada que abría camino y cortaba las olas delante del barco, Isabel Barreto, con sus perlas blancas y sus encajes inmaculados, simbolizaba el esplendor de los descubrimientos por llegar y el poder de España en la cuarta parte del mundo.» En cuarto lugar, claro está, el mar, y su poder y belleza, que es también Isabel: «Isabel Se dejaba cegar por la luz, embriagar por el sol. Bajo semejantes cielos, la extensión desierta del mar se volvía excitante... Mejor que la vida en tierra. No dejaba de mirar cómo las olas se formaban y la espuma se rompía y el viento giraba y el cielo cambiaba... Le gustaba aquello: el mar. Le gustaba el olor de las algas, el olor del alquitrán del hierro y de la madera... Le gustaba el olor tan característico de su navío... el sabor de la sal en sus labios... y la sensación del balanceo... Oír el estallido incesante de las velas... la campana de los cuartos y la letanía de los grumetes... el chirrido de las poleas. Y el silbido de las olas contra el casco. Mirar el sol del amanecer despuntando por el horizonte, mirar el sol de la puesta al hundirse y desaparecer... Abismarse en una contemplación inagotable...» (Lapierre, 2013:180). En quinto lugar, encontramos que ese mar de igual modo se identifica con la libertad: «Para ella, el navío encarnaba la libertad, el porvenir, tesoros sin límites. Las velas blancas del San Gerónimo, tejidas con esa tela de Castilla que ninguna borrasca podía desgarrar, parecían aletear y elevarse con un alborozo que ella misma se esforzaba por contener. No sabía si era efecto del sol, del viento, del agua... Pero cuando sentía bajo los pies el barco, que navegaba alegremente, ella misma sentía una alegría sin igual. Era un bienestar nuevo, una plenitud física, algo instintivo y sensual que nunca había experimentado. ¡La vida definitivamente era extraña! Y los caminos del Señor, inescrutables...» (Lapierre, 2013:181). En sexto lugar, observamos que la conciencia del logro, de haber llegado a unas tierras desconocidas y llenas de atractivo y seducción, es la conciencia de estar en el Paraíso: 2014 633


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