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LA LEGION 526

Colaboraciones<< El Novio de la Muerte La luna asoma ya por el reseco horizonte de peñascos y barrancas empujando al sol inclemente que había tenido a la patrulla todo el día con la boca seca como el esparto y el agua, aunque a la sombra, caliente como meados de borrico. Sin embargo no ha sido un mal día no ha habido mucho “teatro”, cuatro tiros de algún moro despistado y poco más. Ya es la hora del relevo, la hora de caminar hasta la posición, de hincharse de agua, de comerse algún chusco y a dormir, que mañana toca aguada o escolta o cualquier otra cosa. Hoy la patrulla en Zoco el Arbaá sin novedad… De momento. Bueno, el pobre Baltasar Queija ha estado todo el día sorbiéndose los mocos y derramando lágrimas sin cesar, presentándose voluntario para ir a por el agua cuando ésta se terminaba, sin importarle el peligro que esto supone pues los moros siempre están al acecho. Pero es que no quiere el hombre otra cosa que morirse y subir al cielo porque dice que allí le espera su amor… ¡Qué lástima nos da a todos!, pero la vida es así de perra… ¡Y él, pobre, que se había alistado en La Legión para impresionarla! Así se lo contó ayer al mismísimo teniente coronel Millán Astray, el gran jefe, que al verlo cabizbajo y lloroso, apoyado contra un muro le preguntó si la carta que leía eran noticias de casa y el otro le contó que sí, pero que eran funestas y terribles. Su amor, su novia querida se había muerto fulminantemente y ahora reposaba junto al río Tinto. Y él solamente quería morirse y que la primera bala perdida lo encontrase. Millán Astray se quedó muy impresionado con Baltasar y algo en sus tripas de veterano le decía que aquel muchacho fl aco y de ojos ardientes tendría su bala, y que la tendría ya mismo. Era de noche ya y la luna estaba en lo alto del cielo, y Baltasar Queija miraba a ese mismo cielo preguntando la razón por la que se había llevado a su amor, a la única persona Es un relato de D. Antonio Villegas González (Hierro y Plomo. Cuentos de los Tercios Viejos) www.elcaminoespañol.com que amaba de verdad en el mundo y rezaba muy devoto a la Virgen para que le concediese la oportunidad de reunirse con ella. Y Nuestra Señora se lo concedió. Supongo que el amor de Baltasar por su novia perdida era sincero y fuerte. De esos que te hacen perder la razón y el norte, de esos que aparecen pocas veces en la vida, o ninguna. Los moros atacaron, siempre atacan cuando se piensan superiores en número y que les será fácil matarnos y arrebatarnos “la fusila”. Se escuchan los gritos en la noche que iluminan algunos fogonazos y se escuchan las bayonetas y las gumias entrechocar y se escuchan los lamentos de los que caen heridos. Y se oye a Baltasar Queija que sostiene el máuser como una maza y pelea contra varios enemigos a la vez: - ¡Matadme, matadme!….- grita desaforado mientras abate la culata reforzada de buen acero en la cantonera sobre las cabezas de los que están a su alrededor. El solo casi consigue rechazar la emboscada enemiga. Pero sus súplicas son oídas. Una bala lejana y perdida, que viene desde las posiciones enemigas le alcanza de repente en mitad del pecho. Cuando le veo caer está sonriendo. Supongo que allí, al fi nal del túnel estaría esperándole su querido amor. Así murió el primer legionario… El camarada Baltasar Queija de la Vega. Mientras buscaba la muerte para reunirse con su amante perdida. Y cada vez que se entona su canción en los acuartelamientos, en las cantinas o en las trincheras, lo recordamos. Porque su amor para siempre ya será, nuestra Bandera… Dedicado a los Caballeros Legionarios de ayer, de hoy y de mañana… ¡Viva España! ¡Viva La Legión! 526 · I-2014 47


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