Viene siendo costumbre que quienes nos dedicamos a escribir nos presentemos unos a otros y demos a conocer así las obras recién nacidas, cuando consideramos que estas merecen la pena. El prólogo antecede al texto desde que se inventara el término griego y obra, ya en nuestros días, a fuer de carta de recomendación. Durante mucho tiempo han sido los alumnos los que buscaban a maestros que avalaran su trabajo. ¡Qué poco de todo lo antecedente sigue siendo válido!
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