Escribir un prólogo a la edición facsímil de un libro escrito a mediados del siglo xix supone una empresa delicada. Pues un libro que por su contenido, la belleza de su presentación, su oportunidad histórica o la utilidad que supuso, merece que se le realice una edición facsímil, no solo es el objeto de un museo, sino que en ese momento es además una obra escogida del mismo, no admite añadidos, y a su edición facsímil hay que acercarse con enorme respeto.
La Cartilla para la Instrucción de las Compañías Sanitarias, aprobada por una real orden de 1866 y publicada en 1867, supuso un bello e instructivo manual para cubrir una necesidad de la Sanidad Militar de su época pues unos años antes, en la campaña de Marruecos de 1859-1860, hubo casi que improvisar una doctrina sanitaria.
En el siglo xix las armas van aumentando su poder destructivo y las enfermedades alcanzan una gran presencia en los escenarios bélicos. Las posibilidades de una terapéutica eficaz aún son escasas. El dolor se trata ya con armas eficaces pero de lenta introducción en la práctica diaria: la morfina se conoce desde principios de siglo pero se comercializa 25 años más tarde y la aguja hipodérmica, que no se fabrica hasta 1856, permitió que se utilizase generosamente para aliviar el dolor en la terrible guerra de Secesión americana, pero no se pudieron tener en cuenta sus efectos adversos. El éter, que empiezan a utilizar dentistas en 1842, tarda más de cinco años en emplearse en anestesia general y sustituido cinco años después por el cloroformo, lo emplea la Sanidad Militar Española en la citada campaña de Marruecos para anestesiar por primera vez en un conflicto bélico.
Luis Hernández Ferrero
General de división médico
Inspector general de Sanidad de la Defensa
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