La tuberculosis, vieja, viejísima conocida de nuestra especie, llamaba poco la atención por ser un proceso sibilino, lento y, a veces, casi inaparente. Pero llegada la época de la Revolución Industrial, los barrios obreros, las fábricas y los talleres vinieron a ser un nicho ecológico que facilitó enormemente su propagación, así como la de otras enfermedades que diezmaron a la población. La tuberculosis se convirtió en la primera y principal enfermedad emergente de la era industrial: la «peste blanca».
En 1882 Roberto Koch descubre el bacilo causal al que se denominó Mycobacterium tuberculosis. Ello permitió conocer su carácter contagioso y sus formas de transmisión respiratoria, de persona a persona, y digestiva, por consumo de leche de vacas enfermas.
El factor que más favorece el contagio respiratorio es el hacinamiento en las viviendas, en los centros de trabajo y en los locales donde los pobres se reúnen en busca de calor humano para combatir el frío. Entre los sujetos infectados son más proclives a desarrollar la enfermedad los que están malnutridos, así como aquellos sometidos a un régimen laboral casi esclavista que debilita su sistema inmune.
Agotado