Este volumen trata sobre la compleja vinculación entre violencia y religión en el marco de la monarquía de los Habsburgo entre los siglos XVI y XVIII. Las aportaciones de especialistas en la materia analizan los enfrentamientos confesionales en los “antemurales de la fe”, un concepto acuñado por el Papado tras la caída de Constantinopla en 1453 alertando sobre el peligro turco y que se reforzó después con la aparición del luteranismo. La iglesia, alegoría de “ciudad asediada”, era el objeto de defensa, cuya primera línea, sus fronteras, era preciso salvaguardar para el futuro de la Cristiandad católica.
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