A finales de la década de los ochenta asistimos a la progresiva desaparición de la relativa estabilidad que supuso la bipolaridad existente hasta entonces entre Rusia y Estados Unidos. En esa nueva coyuntura, Estados Unidos asume un poder único que en la actualidad, dada la situación económica y el aspecto geoestratégico, parece complejo mantener. Es de prever que en un corto plazo de tiempo asistamos a una nueva bipolaridad donde el multilateralismo prevalece, con sus interdependiencias y sus intrínsecas características regionalistas. En este escenario, China se vislumbra como el candidato más adecuado para compartir y moderar la indiscutible hegemonía de Estados Unidos.
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