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MEMORIAL CABALLERIA 76

Varios Noticias del Arma Orgánica y Materiales Empleo Táctico y Operaciones Historia 110 EL GUADARNÉS Lo normal en aquellos años era que los oficiales, con la conveniencia de que recién egresados de la academia perfeccionaran sus conocimientos ecuestres, realizaran un curso abreviado de equita-ción. Nuestro protagonista lo comienza el 1 de octubre de 1911 y lo finaliza el 1 de marzo siguiente. Botín ya había tenido contacto con el caballo desde pequeño, pero fue en la academia donde asentó sus conocimientos. Era el alumno aventajado de su promoción. De porte elegante y esbelto, a la vez que atlético y fuerte (de familia le venían los genes, pues su hermano pequeño, Carlos, fue at-leta olímpico en los 100 metros lisos de Amberes en 1920), Botín tuvo además la suerte de coincidir en su último año de Valladolid con el profesor de profesores, referente hípico de 18 promociones, ni más ni menos que don Federico García Balmori. En la primera década del siglo es cuando se produce la revolución de la equitación con Caprilli. García Balmori y García Astriaín (y digo «Astriaín» y no «Astrain», como erróneamente se le co-noce) realizan un curso con el maestro italiano y comienzan a implantar sus enseñanzas en España. El primero en la Academia de Caballería y el segundo en la Escuela de Equitación Militar (EEM). Botín capta rápido las enseñanzas de Balmori. Cuando se presenta en la EEM para el curso abreviado, tiene un incidente con el capitán de exteriores don Alejandro Menéndez Fuste (extraor-dinario profesor por otra parte): al no abordar un obstáculo en la forma que él le había enseñado (este mantenía aún la doctrina clásica de la escuela francesa), llamó a Botín, y mientras este per-manecía en primer tiempo de saludo pensando que iba a ser reprendido por su «osadía», aquel le nombró su auxiliar y le indicó que, mientras él fuera el profesor, el segundo teniente Botín podía seguir practicando esa técnica tan magistral. Bien; pues termina ese curso abreviado, se incorpora al regimiento de húsares y, ya en mayo de 1912, comienza la temporada en el hipódromo de la Castellana corriendo el primer día dos carreras con el mismo caballo, Virginie, ganando la primera. Ese año corrió otras muchas, además de parti-cipar en diferentes concursos hípicos, como el celebrado en Madrid, en el que además le acompa-ñaban otros jinetes de reconocido prestigio: Francisco Jaquotot, Felipe Navarro, García Astriaín, Jaime Miláns, Juan Suelves y de Goyeneche, Gustavo Gómez Spencer, Antonio Cañero (pionero en el arte del rejoneo y con el que compartirá plaza más adelante)… Durante los años 1912 a 1916, Botín permaneció destinado en los húsares, incluyendo los dos años en los que realizó el curso «Centauro», por los que no perdió destino. Participó en infinidad de carreras, concursos hípicos, rally paper (una especie de recorrido por el campo siguiendo unas pistas), cacerías… El dominio de las pruebas hípicas en aquellos años era casi exclusivamente militar; no así en las carreras, que, además de por el militar, también eran apreciadas, y mucho, fundamentalmente por la aris-tocracia de la época. Para Botín las carreras fueron su mundo, y ade-más de su genialidad en la monta, gustaba de rela-cionarse con la alta sociedad. Sin título nobiliario que le abriese puertas, su educación, personalidad, inteligencia, carisma y, por qué no, su indiscutible clase a caballo, le hicieron «estar de moda» dentro de lo reservado que era, como me apunta su sobrina Lucía: «Tuvo mucho éxito sentimental, pero no frívo-lo; se le quería porque era “querible”; tuvo una novia eterna, aristócrata, Rosario (no recuerdo el título), que estuvo escribiendo a mi abuela años y años después de su muerte». El capitán Botín en un concurso hípico


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