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Globillo para probar la fuerza ascensional del gas. evitar que con su propio peso, o un ligero accionamiento, se produzca el rasgado total, se sujeta muy débilmente del marco interior de la válvula superior. Un fuerte tirón, como sería el necesario y reglamentario para producir el desgarre, no encontraría resistencia en dicha sujeción. No obstante, el aeronauta, aerostero o piloto del globo tenía suficientes conocimientos y datos aportados por el constructor para saber cuándo accionar cada uno de los citados mecanismos. Hemos de decir que la red envolvente del globo constituía un magnífico instrumento de orientación para la necesidad, o no, de accionar los mecanismos de control de gas, lastre y actitud del aeróstato. Cuando la red se ajustaba sin flojedad evidente alguna, a la redondez, del globo, es decir cuando la red lo abarcada en toda su superficie exterior sin muestras de que el globo se encontrara oprimido en ella, se podía afirmar que el aeróstato estaba en actitud de equilibrio y por tanto la fuerza ascensional y el peso estaban compensados por lo que el globo tendía a permanecer en esa altitud. Si la red se notaba floja, sin tensión alrededor del globo, como si en vez de esférico tendiese a forma ovalada vertical, indicaba que el peso superaba en ese nivel a la fuerza ascensional del gas contenido en el globo y su actitud será la de descender. Por el contrario, si la tela del globo por presión sobre la red, sobresalía en los huecos del trenzado de ésta, indicaba que la fuerza ascensional del gas contenida en el globo era superior al peso del aeróstato y en consecuencia la actitud de este era la de ascender. Así pues, en cada caso el aerostero actuaría según sus deseos de volar a mayor o menor altura, manteniendo altura con la presión del gas y el peso equilibrado (digamos que el globo en equilibrio era la situación buscada una vez alcanzada la altitud de vuelo deseada), eliminando lastre paulatinamente hasta alcanzar el equilibrio, si la actitud era de descenso y abriendo la válvula superior de gas en pequeños pulsos hasta encontrar el equilibrio en la altitud buscada o, con apertura prudente de la válvula pero de forma persistente si lo que se buscaba era el descenso definitivo a tierra. Cuanto menos fuese la apertura el descenso se produciría de forma más suave y con menos riesgo de brusquedad en la toma de tierra. Cuando el aeróstato se acercaba ya al lugar donde se quería “tomar tierra”, se soltaba el áncora o ancla que se llevaba enrollado en el exterior de la barquilla para que se fijara en algún obstáculo y el globo, no siguiera la inercia de su movimiento de marcha. Si en la zona había personas que pudieran ayudar a bajar el globo, no se hacía necesario soltar el ancla si la marcha del globo era suave y lenta. En este caso se lanzaban una o dos cuerdas de las llamadas estabilizadoras, para que las cogieran y recogiéndolas lentamente atrajeran el globo suavemente a tierra. Las cuerdas estabilizadoras eras maromas de cáñamo que en situaciones de que se sufrieran vientos fuertes se dejaba caer para que por sus propios pesos ayudasen a mantener la verticalidad de la barquilla. Las cuerdas de cáñamo y esparto, que tenían distintas longitudes –25 a 40 metros– iban enrolladas al igual que el ancla en la parte exterior de la barquilla y debía evitarse soltarlas sobre el mar pues absorbían rápidamente el agua, aumentando mucho el peso con peligro de bajar la barquilla al agua. Por ello, en 1905 los aeronautas españoles Jesús Fernández Duro (civil) y Emilio Herrera Linares (militar), en un vuelo sobre el Mediterráneo con el globo Huracán propiedad del primero, ensayaron con gran éxito los estabilizadoras de cuerda de coco. CÓMO SE FABRICABAN AQUELLOS AERÓSTATOS Durante la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del pasado siglo XX, la fabricación de los globos de gas era un trabajo artesanal, realizado por una mano de obra especializada por sexos y muy cualificada: a las mujeres, la costura y el barnizado de las telas; a los hombres, los trabajos de diseño y de recorte, la carpintería y la cestería. Así pues, parece de buena lógica que para saber cómo se construían aquellos aeróstatos que pilotaban nuestros héroes, retrocedamos, acomodados en nuestra máquina del tiempo, a aquella romántica época de principios del siglo XX y dejemos que el ingeniero aeronáutico francés, aeronauta distinguido del Aeroclub de Francia y constructor los globos de nuestros pioneros, Maurice Mallet, nos cuente desde la revista La vida al aire libre en 1899, con un artículo titulado Cómo se hace un globo, los secretos de tal fabricación: Lo primero que hay que procurarse, es la tela. Grave cuestión la de la elección del tisú que os trasportará por las regiones de la atmósfera. Esto depende de 8 Globo esférico a gas.


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