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que hace imaginar a las cuerdas de manejo de la válvula superior y de la apertura por desgarre, irían de alguna forma por el exterior del globo. Posteriormente se le colocaría una válvula similar a la superior pero de diámetro menor y con apertura inversa a la superior y accionada, en la apertura por empuje de la manguera del gasómetro y cerrándose al sacar la manguera, por acción de sus tensores elásticos. En otros globos, no muchos, porque no todos los aeronautas la consideraban útil, tenían otra manga cerrada, llamada “ballonet”, que no era otra cosa que un globo que deshinchado daba esa apariencia de manga y que en su unión al globo o esfera principal disponía de una válvula, con apertura hacia el ballonet y calibrada para que si en el globo la presión del gas excedía el cálculo de seguridad, el gas excedente se almacenase en él, impidiendo con ello que por la fuerza expansiva pudiera hacer explotar el aeróstato. La capacidad o volumen del ballonet no solía ser superior al 10% del total del aeróstato y por ello no incidía en la actitud del aeróstato que dependía siempre del enorme volumen de su esfera principal. Lo que no hemos encontrado en ninguna de nuestras indagaciones es cómo podría recuperarse ese gas de la ballonet en el supuesto de que le fuera necesario al globo. Para los casos en que alguna corriente intensísima de aire pusiera en grave riesgo al globo, en su proximidad al suelo, en su inicio y final del vuelo, llevaba pegado en uno de sus costados un parche, unido a una cuerda que iba a parar a la barquilla, y que tirando de ella lo desgarraba dejando una gran abertura por la que salía en un momento todo el gas, y el globo caía entonces por la misma gravedad. Las mayores ascensiones que se habían logrado hasta que nuestros aeronautas y aerosteros pioneros empezaron a competir por las marcas, fueron: la de Gay-Lussac a 5.000 metros y la de Albert Tissandier a 8.600 metros, realizada el 15 de abril de 1875, que ascendió en el Zénith con los hermanos Croce-Spinelli. Según los barómetros que registraban la altitud se alcanzaron los 8.600 metros. A partir de los 8.000 metros, los tres perdieron el conocimiento y solo Tissandier pudo volver a la vida. A partir de entonces comenzaron los aeronautas a auxiliarse de máscaras con oxígeno para respirar a grandes alturas. Como máximo se podía estar en el aire unas treinta y seis horas, que las había hecho el conde de La Vaulx desde París a Kieff. Santos Dumont había ofrecido un premio de 4.000 francos al que consiguiese estar cuarenta y ocho horas en el aire. Otros detalles constructivos, ya mencionados anteriormente, pero que queremos comentar con detenimiento, son los que se corresponden con la gobernación del aeróstato. Decíamos muy simplificadamente que cuando se quería subir se arrojaba lastre (arena de los saquitos). Pues bien, previamente al vuelo, habría que decidir cuantos saquitos o con cuanto peso se podría lastrar el aeróstato. Había unos pesos ya conocidos, como eran los correspondientes al aeróstato, la red, la barquilla, el áncora, las cuerdas de estabilización y el instrumental habitual. A ello había que sumar el peso del aeronauta y sus invitados, con sus correspondientes equipajes o pertrechos de uso humano. Esto daba el peso neto. Para encontrar el peso bruto, faltaba añadir el peso del lastre o los que anteriormente hemos denominado como saquitos de arena. ¿Se podían colgar de la barquilla cuantos saquitos de arena o lastre se quisiera? Naturalmente que no. Como quiera que estamos hablando de aeróstatos a gas, tendríamos primero que ver con qué “calidad” de gas se ha llenado el globo. Tengamos en cuenta que existían grandes diferencias entre cargar la esfera con hidrógeno (primer gas utilizado) o con gas de alumbrado (de múltiples sistema de fabricación) o gas industrial. Estamos hablando de gases de un potencia ascensional entre 1,25 kg/m3 a 0,65 kg/m3. Para conocer con exactitud la calidad o coeficiente de empuje ascensional del gas empleado, se procedía a llenar un globo, de uno o dos metros cúbicos de capacidad con el gas utilizado, del que se hacían colgar unos pesos conocidos y que nos daban el peso por m3 que se podía ascender con ese gas. Estos globos, una vez utilizados para dicho cálculo, sin soltar el gas se soltaban al aire para verificar la dirección del viento y orientar a los aeronautas en su ascensión inicial. Una vez conocido el coeficiente o fuerza de ascensión del gas, se multiplica simplemente por el volumen o capacidad de gas del globo y nos daba el peso bruto total con el que podía iniciar la ascensión, por lo que solamente faltaba restarle el peso neto anteriormente estimado y la diferencia nos indicaría el peso total de los saquitos de arena o lastre. Mencionábamos también párrafos atrás, que la apertura de la válvula superior para dejar salir el gas, se accionaba mediante una cuerda que bajaba hasta la barquilla. Y que en un costado llevaba una especie de parche que cuando era necesario soltar todo el gas para caer rápidamente al suelo (por supuesto estando ya cerca de él y en situaciones de riesgo por fuertes ráfagas de viento) también se accionaba por otra cuerda que llegaba a 6 Antonio Gordejuela Causillas. Aviso de aterrizaje enviado por palomas.


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