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REVISTA IEEE 2

12 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos Núm. 2 / 2013 LAS RELACIONES ENTRE AFGANISTÁN Y PAKISTÁN Y LAS NEGOCIACIONES DE PAZ CON LOS TALIBANES AFGANOS 1. Introducción Casi transcurridos doce años desde la invasión estadounidense a Afganistán, la vinculación de Pakistán con lo que acontece a su vecino sigue siendo tan evidente como en 2001. Las tropas de la Alianza del Norte, con el apoyo de las fuerzas estadounidenses, derrocaron entonces al régimen talibán, cuya toma del poder fue promovida y auspiciada por Islamabad, que proporcionó un apoyo continuado hasta que la presión norteamericana le obligó a cambiar de política,con los primeros transportes de la OTAN que comenzaron la larga evacuación de Afganistán, que se prolongará al menos hasta 2014, el balance de la guerra afgana es poco positivo. Los talibanes continúan siendo una fuerza relevante en importantes áreas del país, mientras que el Gobierno de Kabul, con Hamid Karzai en el poder desde 2002, no goza de una gran popularidad. Buena parte del fracaso de EE.UU. y la OTAN a la hora de estabilizar Afganistán y eliminar la amenaza talibán se ha achacado al papel jugado por Pakistán. Aunque oficialmente un estrecho aliado de Washington, las relaciones de Pakistán con EE.UU. se pueden calificar de tensas; en ocasiones, están al borde de la ruptura. Esto es así, fundamentalmente, por las reiteradas acusaciones hechas por EE.UU. a Pakistán de dar cobijo a insurgentes afganos en su territorio, así como de prestarles asistencia más directa en otras ocasiones. La queja más habitual de EE.UU. a lo largo de sus once años de intervención en Afganistán ha sido que Pakistán no estaba haciendo lo suficiente para apoyarle en su “guerra contra el terror”. La cúpula del movimiento talibán afgano, con el Mullah Omar a la cabeza, se encuentra en Pakistán, al parecer en el área de Quetta, en Baluchistán, desde donde gestiona una especie de Gobierno en el exilio. La otra organización que está creando problemas a las tropas estadounidenses y afganas es el clan Haqqani, cuyas bases se encuentran en Waziristán del Norte, en las áreas tribales de Pakistán, y que cuenta desde los años setenta con importantes vínculos con el Ejército y el Estado pakistaníes. Ambas organizaciones llevan a cabo sus actividades y cruzan la frontera con Afganistán sin demasiados problemas por parte de las autoridades de Pakistán, cuando no con su complicidad. Se diría pues que las acusaciones estadounidenses cuentan con cierto fundamento. Pakistán ejerce, por tanto, cierto grado de influencia sobre la insurgencia afgana.


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