80 AGUSTÍN JIMÉNEZ MORENO en asegurar los haberes de la tropa, más que en la concesión de potenciales recompensas honoríficas (que se reservan más para la oficialidad). A este respecto debo decir que la mayor parte de los autores que reali-zaron aportaciones a este debate se caracterizan por tener una visión ideali-zada de la milicia76, más propia del mundo bajomedieval que del siglo XVII. En primer lugar tenían que asumir un hecho que para ellos resultaría muy doloroso: el servicio militar personal no era la única forma de asistencia al monarca, y conforme avanzase el Seiscientos esta realidad se afianzaría aún más, pues había otras muchas maneras de colaboración con la Corona, y por consiguiente de acceder al honor, que no implicaban la presencia en el campo de batalla. A este respecto se pueden mencionar los servicios presta-dos en la administración, en la Corte, el levantamiento de tropas o incluso la colaboración económica, de modo que cualquier intento de restringir la con-cesión de hábitos a profesionales de las armas estaba condenado al fracaso, pues había otros individuos que los ambicionaban y sus méritos eran tanto o más valorados como los adquiridos con las armas77. Por otra parte, tal y como acabo de mencionar, el verdadero atractivo del hábito era su capacidad para elevar socialmente a su poseedor, al tiempo que le confería una prueba irrefutable (al menos de cara a la galería) de su limpieza de sangre78. Esta circunstancia motivó que su posesión fuera tan importante, y al mismo tiempo explica el fracaso de algunas iniciativas cuyo objetivo era la constitución de nuevas órdenes militares, que se reservarían a los profesionales de las armas, pero que al estar desprovistas de tal distin-ción no resultaron atractivas79. 76 Tal y como refieren, entre otros: MARAVALL, José Antonio: Poder, honor y élites. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1979. Sobre todo, pp. 202-215. PUDDU, Raffaele: El sol-dado gentilhombre. Ed. Arcos Vergara. Barcelona 1984, pp. 176-236. 1.ª edición en italiano: Bolonia, 1982. 77 THOMPSON, Irving Anthony A.: «Do ut des…», op. cit., pp. 293-294. 78 DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: «Valoración social de los hábitos de las Órdenes Mi-litares en la España Moderna», en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, Jerónimo (coord.): Las Órdenes Militares en la península ibérica, vol. 2. Edad Moderna. Ediciones de la Uni-versidad de Castilla La Mancha, 2000, pp. 1157-1175. FERNÁNDEZ IZQUIERDO, Francisco: «¿Qué era ser caballero de una orden militar en los siglos XVI y XVII», en Torre de los Lujanes, n. 49, 2003, pp. 141-164. 79 Memorial de Juan Velázquez al presidente del Consejo de Hacienda sobre fundar una orden militar para luchar contra los turcos. S.l. 6-5-1591. AGS, Consejo y Juntas de Hacienda, leg. 303, n.º 19/41. Citado por GARCÍA HERNÁN, Enrique: Milicia general en la Edad Moderna. El Batallón de D. Rafael de la Barreda y Figueroa. Ed. Ministerio de Defensa. Madrid, 2003, p. 113. MURCIA DE LA LLANA, Francisco: Discurso político del desempeño del Reino, seguro de la mar y defensa de las costas de la monarquía de España. Madrid, 1624, fols. 9r-10r. Y un testimonio de finales de 1639 manifestaba lo siguiente: «(...) No sé qué verdad tenga una nueva que corre, (...) que se instituye una nueva caballería y orden militar para solo los soldados que hubie- Revista de Historia Militar, 115 (2014), pp. 55-88. ISSN: 0482-5748
REVISTA DE HISTORIA MILITAR 115
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