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57 Kathleen Reedy Consejos y ancianos: ¿defendiendo la tradición o privando...? político-económica. Muchos lamentan la lenta extinción del sistema tribal tradicional y de los patrones de autoridad y consulta que llevaba aparejados, aunque sea discutible la medida en la que este ideal existía realmente. Algunos funcionarios han reconocido esta creciente brecha y han puesto o desean poner soluciones a la misma. En el Distrito de Mandozai, conocí a un hombre de unos treinta y tantos años que blandía un documento oficial que lo identificaba como anciano del Distrito. La suya no tenía todavía el status de shura ASOP, pero él había sido seleccionado por su aldea para representarla ante las autoridades del Distrito debido precisamente a su juventud. Él entendía mejor que otros las necesidades del resto de la aldea. De igual manera, el Gobernador del vecino Distrito de Shamal dijo que prefería una shura formada por hombres jóvenes. Defendía que eran más jóvenes y que era su futuro por el que todos trabajaban, por lo que por ello era más probable que ellos tomaran decisiones y actuaran rápidamente que los mayores, más tímidos y cautos. O como dijo un joven oficial de policía en el Distrito de Nader Shah Kot: “lo que Afganistán necesita no son ancianos, sino gente joven, con formación académica, que quiera realmente ayudar a hacer del país un lugar mejor”. En algunos casos no es el sistema per se el origen del problema, sino el hecho de que los individuos no tengan la capacidad de liderazgo y la autoridad legítima de la que una vez gozaron. Están demasiado desconectados de la realidad y vacilan en exceso a la hora de actuar. Se dice que esto ocurre no sólo con los ancianos de las shuras oficiales, sino con todos los “ancianos” de cualquier aldea. En una aldea del Distrito de Shamal, pregunté a un hombre de algo más de 50 años cómo seleccionaban a los ancianos en su aldea. El se burló y replicó: “cada recién nacido es un anciano. Ya no tienen po-der para hacer cumplir sus decisiones ni tienen que proceder de familias respetables”. Otro hombre mayor de una empobrecida aldea vecina dijo que su aldea ya no tenía ancianos – la gente acudía a sus vecinos si tenían problemas en lugar de apoyarse en un grupo oficial de ancianos centralizado surgido de acuerdos. Peor aún, llegué a escuchar acusaciones de corruptela contra los propios ancianos oficiales de la aldea. El caso más siniestro fue el de un hombre del Distrito de Mandozai cuyos hijos habían sido asesi-nados y que buscaba un arreglo a través del Juzgado de Distrito. Cuando pregunté por qué los ancianos no habían podido resolver el caso, me dijo que sus adversarios eran más ricos que él y que habían sobornado a los ancianos para que ni siquiera entraran a conocer del caso. No era la primera vez ni la única que escuché que los ancianos de las aldeas se mostraban dispuestos a recibir sobornos a pesar de las muchas tradiciones que les exigían equidad y honestidad. Sin embargo, aunque la lenta erosión de un idílico estilo de vida puede resultar desalentadora, el impacto de estas brechas es indiscutiblemente destructivo en lo que Véase Smith, K. “Farming, marketing, and changes in the authority of elders among pastoral Rendille and Ariaa,” Journal of Cross-Cultural Gerontology 13(4): 1998; Spencer, P. (ed). Anthropology and the Riddle of the Sphinx: Paradoxes of Change in the Lifecourse. London: Routledge. 1990.


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