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crónicas de a bordo BIP 17 patrullero de altura Arnomendi (P-63). Lo considero un barco cómodo, y en general un buen destino, en el que contamos con un gran nivel de adiestramiento; y lo que me ha hecho escribir aquí es que me han pedido que cuente que es para mí la campaña NAFO que acabamos de realizar. En primer lugar, destacar que es una navegación que el Ministerio de Defensa tiene acordada con el Ministerio de Agricultura, Medio Ambiente y Pesca y cada año la realiza uno de los patrulleros de SEGEPESCA para defender los intereses de los pesqueros españoles en los caladeros extranjeros, además de dar apoyo y auxilio a la flota pesquera que tenemos allí reunida. Todo esto nos lleva a aguas canadienses y al complicado Atlántico Norte, con dos meses de inspecciones a los pesqueros que faenan allí mientras realizamos adiestramientos diarios o ejercicios de zafarrancho de combate; además de los trabajos y limpiezas rutinarias. Aunque es una experiencia muy buena, ha sido duro pero también llevadero gracias a las distracciones que nos permite un barco con una excelente habitabilidad y las actividades de entretenimiento organizadas por los mandos (bingo, subasta, etc...). Una vez finalizada la misión, todo queda atrás, orgulloso por el trabajo realizado en una exitosa campaña y deseando llegar al puerto base (Cartagena) para reunirme con mis seres queridos. Durante la campaña, a mediados del mes de agosto, el patrullero de altura Arnomendi celebró en Canadá una ofrenda floral a los quince marineros españoles fallecidos en el hundimiento del barco de vapor Florizel. Al homenaje, que tuvo lugar en el cementerio «Mont Carmel» de la localidad de Saint John’s, asistió el Comandante y una representación de la dotación del buque de la Armada, así como el Vicecónsul Honorario de España en la localidad canadiense, Jean Pier Andrieux. El acto consistió en una homilía a cargo del Arzobispo de Terranova, Martín William Currie; una breve alocución del comandante del Arnomendi, el capitán de corbeta Antonio Corbacho; concluyendo con una ofrenda floral a cargo de la dotación del patrullero español. El hundimiento del Florizel, buque dedicado principalmente al transporte de pasajeros desde Saint John’s hasta New York, con escala en Halifax, tuvo lugar el 23 de febrero de 1918. Tras largar amarras, debido al mal tiempo reinante, el barco encalló en Cappahayden, al sur de Terranova. Fallecieron 93 personas entre tripulación y pasajeros, mientras que, tras 27 horas de intensas labores de rescate en las frías aguas del Atlántico Norte, sobrevivieron 44 personas. La mayoría de los españoles que se encontraban a bordo eran «stokers», cuya labor era alimentar de carbón la caldera del vapor. Trabajaban en las máquinas del barco. Marinero Helios Martínez pasando la ronda. Ofrenda floral en el cementario Monte Carmelo en St. John's.


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