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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2014

74 ENRIQUE MARTÍNEZ RUIZ cial de las posibles esposas con tal rigor, que casi equivalía a una condena de soltería sobre los oficiales, en efecto, la muerte de un oficial casado era muy cara, ya que viudas y huérfanos reclaman ayudas y pensiones. Además, no propiciaban la vida familiar las guerras y la vida en las guarniciones, pues entrañaban un alejamiento de la familia o una reducción en la entrega profe-sional. Por otra parte, tratadistas como Santa Cruz de Marcenado, hablan de la consideración que debe tener el matrimonio como medio que el rey tiene de recompensar a los soldados distinguidos al procurar que se casaran con mujeres ricas y de calidad o procurando que hijas y hermanas de oficiales se casen con ricos herederos. Como pauta matrimonial se había establecido que las esposas de los oficiales fueran hijas de oficiales, es decir nobles, es decir «arregladas a su condición» y debía llevar una dote suficiente para que le permitiera vivir con decoro en caso de enviudar: estos extremos ya se habían explicitado más o menos en las ordenanzas de 1632 y se mantienen básicamente a lo largo del XVIII. En cuanto a las licencias para casarse, se fueron desplazando desde los mandos de los regimientos a los inspectores generales y acaban por ser exclusivas del rey, castigándose severamente a quien se casara sin licencia, como se determina en las Ordenanzas de 1728, que priva del empleo que estuviere ejerciendo a quien se casara sin licencia: entre 1728 y 1749, Maca-naz calculaba que habían sido castigados de esta forma unos 2.300 oficiales, que se habían quedado en pésimas condiciones de vida con sus familias. La tropa Por lo que a los efectivos respecta, lograr nuevas formas de reclutamien-to era otra de las reformas necesarias y en este sentido, terminada la guerra de Sucesión y siguiendo pautas francesas, Felipe V creó las ya aludidas Milicias Provinciales, sostenidas por un reclutamiento forzoso; además se pusieron en pie compañías veteranas, que estaban destinadas a guarnecer las plazas y fortalezas ultramarinas, vigilar costas y fronteras y encargarse de las misiones de cobertura. Sin embargo, muy pronto se pudo comprobar hasta que punto llegaba la desgana española ante el servicio militar, por lo que se encargó a una Junta que estudiara la forma de romper esa inercia; la Junta le propuso al monarca tres sistemas por los que llevar a cabo el reclutamiento: las quintas (de cada 5 hombres útiles, se designaba por sorteo a uno para el servicio); cupos municipales (cada municipio se encargaría de proporcionar el número de mozos que le correspondieran en su cupo, establecido en función del vecin- Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2014, pp. 55-86. ISSN: 0482-5748


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