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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 129

FRANCISCO FONT BETANzOS Momento de la botadura del Emperador Carlos V (fuente: La Ilustración Española y Americana, 22 de marzo de 1895). de 12 metros, correspondiendo la de proa a la matrícula de Cádiz; la del centro, a la de la casa constructora, y la de popa, al escudo de España. En la sala de gálibos se colocaron cuatro grandes mostradores, revestidos con la bandera española, donde se serviría el convite oficial; en el centro se dispuso una gran mesa con 150 cubiertos. Una maqueta del Emperador Carlos V decoraba un extremo del salón. Completaban la ornamentación distintos trofeos colgados de las paredes, aportados por el astillero y el ayuntamiento gaditano. Trescientos obreros y el maestro herrero Antonio González debían velar por que, en el momento de lanzarse el buque, todo funcionase según lo previsto. Se habían repartido 4.000 invitaciones para el evento, aunque la entrada era libre, por lo que en la explanada que rodeaba la grada se colocaron 1.000 sillas. La Guardia Civil vigiló el desarrollo de la ceremonia, amenizada con la música de las bandas de Pavía y Álava. Un gran número de pequeñas embarcaciones fletadas para la ocasión, debidamente empavesadas al igual que todas las unidades fondeadas en bahía, dieron lustre añadido al acto. La botadura del buque, programada para el 10 de marzo de 1895, tuvo que ser aplazada hasta el día 12 «por el temporal horroroso sobre toda ponderación que había reinado en el mar durante varios días». El Parte Oficial de la Vigía de Cádiz, en su edición del día 10, destacaba: «En vista del temporal que reina ha sido cerrado el puerto después del medio día, previniéndose a los buques fondeados se amarren en firme; habiendo suspendido su salida los vapores correos españoles Alfonso XII y Rabat, y otros buques que tenían fijada su salida para hoy». Representaban al Gobierno en el acto los ministros de Marina y Fomento, y a la comisión parlamentaria, los diputados Barrio y Mier y Silvela. Ofició de madrina en la ceremonia, en nombre de la reina y por indisposición de esta, la condesa de Niebla, quien llegó al astillero entre el entusiasmo de la multitud y, tributados que le fueron los honores de ordenanza a los acordes de la Marcha Real, pasó a ocupar un lugar preferente en la tribuna, acompañada de las autoridades y de los propietarios del astillero. Tras bendecir el obispo el casco del buque, la condesa, con un hacha de plata y acero, cortó la cinta, 42 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 129


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