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OPERACIONES, TÁCTICA Y LOGÍSTICA nacionales—, no podía menos que exacerbar una dicotomía estratégica tan antigua como la guerra misma. Sin embargo, esta polarización siempre ha sido compatible con una mezcla muy diversa de posibilidades. No es nada nuevo, pero solo a través de la proximidad cronológica de conflictos muy variados en las últimas décadas se ha percibido la naturaleza híbrida de la guerra. Si un determinado conflicto puede tener este carácter híbrido es porque existen diversas estrategias posibles y porque no son incompatibles. Se pueden mezclar en el tiempo, en el espacio y en ambas dimensiones a la vez. Los países desarrollados y cohesionados suelen estár mejor preparados, por motivos históricos, políticos, sociales, económicos, tecnológicos y militares, para la guerra convencional. En cambio, los países menos desarrollados y cohesionados ordinariamente están más capacitados para la guerra irregular por razones equivalentes, aunque contrapuestas. Por eso la mayoría de las guerras híbridas han enfrentado a bandos heterogéneos, formados, normalmente, por alianzas. NATURALEZA HÍBRIDA DE LA GUERRA La guerra convencional procura aprovechar todos los medios que aporta la tecnología del momento. Esta, por su parte, proporciona enormes posibilidades, pero siempre a costa de un precio: una vulnerabilidad directamente proporcional a su fortaleza. Por el principio de acción-reacción, la guerra irregular se centra en las debilidades de la tecnología y trata de eludir sus fortalezas. Una de sus manifestaciones más recientes consiste en el bajo coste y facilidad de manejo de alguna tecnología punta. Proporciona enormes ventajas a un Ejército poderoso, pero su disponibilidad beneficia proporcionalmente más a fuerzas con recursos limitados. La magnitud de la dicotomía entre estos dos tipos de guerra ha variado a lo largo del tiempo, en función de la diversidad de sistemas de armas y la dinámica de los enfrentamientos que generan. Actualmente existe una elevada polarización entre los medios aéreos y terrestres (que los helicópteros se afanan en reducir) y, en estos últimos, entre las fuerzas pesadas y ligeras (que los misiles tipo Spike estarían destinados a anular). Esto no quiere decir que cada extremo de esa dicotomía opere por su lado. Muy al contrario, su mayor rendimiento se obtiene al combinarlos entre sí. Pero surge un problema, ya que cada uno de ellos obtiene el mayor rendimiento de sus medios a una escala muy diferente, en el tiempo y en el espacio, con una enorme incidencia de las características geográficas. Por eso las decisiones cruciales, tanto para el diseño de la estructura de la fuerza como para la formación de las estructuras operativas, giran en torno al nivel de mando en el que se deben combinar sus acciones. UN PROBLEMA EMINENTEMENTE DOCTRINAL El dilema a resolver no es si una determinada unidad militar puede encontrarse preparada para ambos tipos de operaciones —guerra convencional y guerra irregular—, aunque una particular visión sobre el combate, el mando, el adiestramiento y la táctica puede provocar este problema. Una doctrina que pretenda imponer orden en las operaciones, erradicar la incertidumbre, planificar todo detalladamente, no tolerar errores, adiestrar con procedimientos para todo y utilizar la táctica «correcta» para cada caso concreto, no tendrá más remedio que considerar difícil, si no imposible, que la misma unidad pueda encontrarse preparada para ambas clases de guerra. Una doctrina que, por el contrario, pretende sobre todo Con un arma muy barata y fácil de manejar se puede destruir actualmente un sistema de armas apoyado por una estructura muy cara y compleja 42


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