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MEMORIAL CABALLERIA 74

Varios Noticias del Arma Orgánica y Materiales Empleo Táctico y Operaciones Historia 98 DOCUMENTO Memorial de Caballería de 1921 EL REGIMIENTO CAZADORES DE ALCÁNTARA, EL 23 DE JULIO DE 1921 Rafael Carrasco Egaña teniente de Caballería “La gratitud del arma de caballería hacia sus reyes es eterna; quién sabe si la omni-potente mano del Altísimo ha fijado ya el día en que con su sangre pueda probároslo”. (Folleto conmemorativo de la fiesta del arma de caballería) ¡23 de julio de 1921! Fecha memorable; fecha que quedará escrita con letras de sangre en los anales de la caballería española; fecha en que los campos africanos vieron resurgir las gloriosas tradiciones del arma en los heroicos jinetes de Alcántara; fecha grandiosa que, demostrando la im-prescindible necesidad de la caballería, da un mentís rotundo a los insensatos que trataron de negar su eficacia como arma de combate; fecha, en fin, que, en medio del desastre, y por el sacrificio de un puñado de valientes, ensancha el corazón, conforta el ánimo y levanta el espíritu. El humilde jinete que estos renglones escribe quisiera tener una pluma galana, una facilidad tal, que hiciera resaltar el épico comportamiento del regimiento en tan triste jornada, a fin de que, como españoles, viéramos una vez más puestas de manifiesto las sacrosantas epopeyas de nuestra raza, que siempre, aun en los trances más adversos, supo rodearse de una aureola de gloria al con-vertir la derrota en estoico sacrificio. i23 de julio de 1921! ¡Igual que las fechas de Sagunto, Numancia, Cádiz, Zaragoza… viven latentes en el recuerdo de todos los españoles como ejemplo de patrióticas inmolaciones, así tú, 23 de julio de 1921, vivirás eternamente en el recuerdo de todos los jinetes, servirás de fuente de ense-ñanza de donde los que, por fortuna, formamos en las filas de la caballería, tomaremos los principios de abnegación y sacrificio que deben adornarnos! A las diez y media apróximadamente llegamos a Dar-Drius. Mal impresionados por las fantás-ticas versiones que corrían por la plaza, quedamos agradablemente sorprendidos al notar el gran espíritu que animaba a nuestro regimiento. Todos, tanto los jefes y oficiales como la tropa, ansiando el momento de ir en busca del enemigo, que, según los que presenciaron la jornada anterior, Annual, existía numeroso y se presentaba ofreciendo combate cara a cara. Bajo una especie de tosca choza construida de ramaje se encontraba toda la oficialidad del re-gimiento, sentados unos y tumbados otros en el suelo. Puedes creerlo, amable lector: cada vez que recuerdo estos momentos, se contrae mi corazón y acuden las lágrimas a mis ojos. ¡De todos aque-llos jefes y oficiales, hasta ahora, tan solo dos han regresado! Y los demás, ¿dónde están? ¿Qué ha sido de ellos? Allí charlaban contentos, ignorantes de su suerte, ajenos a la gloria que a poco debía de cubrirlos, haciéndoles acreedores a que sus nombres queden grabados con letras de oro en las páginas de la historia. Fuera, en los ruedos de caballos con los equipos puestos, la tropa reía y cantaba; puedo asegurar que algunos, en medio de aquel desorden, pasaban la bruza a sus caballos, indiferentes a la tragedia que se cernía en el ambiente. A lo lejos, hacia las posiciones avanzadas sobre el Azib de Midar, se oía vivo fuego de fusil. Seguramente las pequeñas guarniciones de aquellas posiciones habían sido atacadas al efectuar la evacuación, y sostenían combate en la retirada. Todos los gemelos se asestaron en aquella dirección, y la fuerza acudió al parapeto, anhelante, intranquila por la suerte que podría caberle. A los pocos momentos, un sargento de infantería, mon-tado en un mulo, penetró como una exhalación en el campamento. ¿Qué pasaba? Venía en busca de socorro; el enemigo, poderoso, atacaba con ímpetu a las columnas de Chaif y C. Midar, que a duras


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