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REVISTA GENERAL DE MARINA JUNIO 2015

TEMAS GENERALES con el permiso del lector pretendo compartir en esta narración. Algunos de los hechos que contaré fueron vividos en primera persona; otros, me llegaron, bien directamente por los protagonistas o por terceras personas. Todos, no obstante, verídicos, aunque seguramente no exentos de exageraciones, aportaciones o percepciones personales. Aquellos elegidos son los de carácter más simpático, ya que para relatar las desdichas o infortunios siempre hay tiempo. El Hijo del Viento (2) Por aquellos años, nos referimos a los señalados 2000-2003, en la isla había un gallo al que los lugareños llamaban «El Hijo del Viento». Cierto es que no se trataba de una especie autóctona, sino llevada por los moradores del lugar. Se alojaba, junto al resto de gallinas que abastecían el destacamento de huevos frescos y a un segundo gallo, en un pequeño gallinero construido con madera y chapa. Por cierto, unos huevos de magnífica calidad, con los que uno de los suboficiales del destacamento preparaba unas natillas de chuparse los dedos… El caso es que, aunque se procuraba tener el gallinero cerrado constantemente para evitar el impacto de esta especie en el ecosistema alboraniense, en ocasiones se producía «evasión en el gallinero». En la isla existía, asimismo, un pequeño crematorio circular que se encontraba en la parte oeste del antiguo módulo de habitabilidad (hoy sustituido a raíz de la reconstrucción del faro de la isla) y que servía, como su propio nombre indica, para el quemado de las basuras que no se reciclaban ni transportaban a la Península. Por otra parte, hay que saber que en la isla cohabitan, o lo intentan, dos clases diferentes de gaviotas: la común, conocida por cualquier marino que se precie, gaviota patiamarilla, y la más pequeña y menos numerosa, la gaviota de Audouin (gaviota corsa o de pico rojo), especie en peligro de extinción que año tras año llegaba a la isla para anidar en las inmediaciones del helipuerto. Debido a la agresividad de la patiamarilla contra la de pico rojo, existía un protocolo de «descaste» (es decir, «eliminar» controladamente) de las primeras, que realizaba personal de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía entre los meses de abril y mayo. Para hacer esto, los biólogos, ornitólogos, etc., colocaban cierta cantidad de veneno en los nidos de la gaviota común y, dada su conocida voracidad, se pueden hacer una idea del resultado. Un día, nuestro amigo el gallo, muerto por la curiosidad de lo que hacían aquellos hombres por toda la isla, se escapó del gallinero y debió de comer del (2) Esta historia ya apareció en un artículo del autor en la Revista de la Escuela de Infantería de Marina del año 2002. 2015 841


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