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EJERCITO DE TIERRA SEPTIEMBRE 2016

Operaciones REVISTA EJÉRCITO • N. 905 SEPTIEMBRE • 2016  31  una mezcla de varias de ellas que es lo suficientemente escueta y completa por entender que es la que realmente define el concepto con suficiente claridad. Así, podríamos definir la resiliencia como «la capacidad de una persona, grupo, empresa, ejército, territorio o Estado para seguir proyectándose en el futuro de forma determinante a pesar de haber sufrido los efectos nocivos de acontecimientos desestabilizadores o padecido una crisis, grandes cambios, la bancarrota o una derrota de cierta relevancia». El concepto en sí es bien sencillo, no hacen falta grandes cavilaciones para comprenderlo ni tampoco para entender las repercusiones que este elemento puede tener en el estudio de la mayoría de los referidos factores de la decisión, aunque tras la definición y a simple vista lo podamos confundir solo como un sinónimo del viejo concepto de capacidad de recuperación o de resistencia del enemigo ante nuestros inesperados embates o tras los sucesivos y progresivos ataques durante cualquier tipo de campaña. En realidad es bastante más que esto; supone el tratar de encontrar, en cada factor, las razones, posibles causas o motivos que puedan favorecer determinados cambios precisos con los que el adversario llegue a poner en peligro nuestra propia maniobra. En definitiva, consiste en estudiar y apreciar dichos factores no solo desde nuestra perspectiva de empleo favorable para maniobrar adecuadamente, sino en tratar de encontrar los peligros que puedan suponer sobre esta su posible transformación negativa. Así, con respecto a la misión, debemos entender que esta siempre encierra una deseada «situación final que alcanzar». Por ello, y en función de ella, sería muy conveniente estudiar y conocer las capacidades y las potenciales reacciones civiles y militares del adversario contrarias a que prolonguemos nuestra presencia en su territorio, ejerzamos el control sobre su población civil o manejemos la explotación de sus recursos. Debemos conocer su moral, espíritu de lucha y de reacción contra el opresor y, sobre todo, su grado de aceptación de nuestras formas, usos y costumbres. No es la primera vez que, tras una verdadera derrota militar, el agravio recibido por ella o la simple presencia del vencedor con sus costumbres y modos de regir la vida son totalmente contrarias a su modus vivendi. Esto hace que, si permanecemos en la zona por mucho tiempo, de forma progresiva aparezcan reacciones o escaramuzas de baja intensidad que, fácilmente, pueden terminar en la derrota final del ocupante. Baste recordar como ejemplo la campaña francesa en España en la guerra de la Independencia. Ejércitos mal equipados o masas de guerrillas dotadas de una fuerte convicción, enrabietadas contra el agresor y dotadas de espíritu de lucha pueden hostigar y hasta provocar la evacuación de grandes ejércitos, aunque estos estén perfectamente organizados y mucho mejor equipados (las dos últimas guerras en Vietnam contra los franceses y los norteamericanos, al pretender estos sostener diferentes sistemas políticos). Con respecto al ambiente, fácilmente se puede entender que, debido a la gran cantidad de elementos físicos y humanos que intervienen en él, es un factor que puede ser modificado de muy diversas formas. Un ejemplo muy práctico de ello han sido las reacciones y rechazos de los habitantes de ciertos países musulmanes contra la presencia de soldados occidentales simplemente por su religión, Resiliencia. Hacer posible lo imposible


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