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EJERCITO DE TIERRA SEPTIEMBRE 2016

Geografía e Historia El conde Metternich, instigador y alma del Congreso de Viena y la Santa Alianza REVISTA EJÉRCITO • N. 905 SEPTIEMBRE • 2016  49  por 150.000 soldados, cuyos gastos de mantenimiento (1.750.000 francos diarios) debían ser sufragados por el Tesoro de Francia. Inglaterra, debido a la riqueza de sus muchas colonias, dominaba en los mares del mundo entero, por lo que entonces se decía: «ni una sola bala de cañón que se dispara en los Océanos sale despedida sin el permiso del Gobierno de Saint-James». Por otro lado, los Tratados de 1815 crearon el reino de los Países Bajos, un Estado con 8 millones de habitantes integrado por Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Limburgo, Philippeville, Marienburg y Bouillon. Se creó asimismo la Confederación Germánica, representada por una Dieta integrada por 17 miembros, con presidencia en Francfortsur le-Mein. De los 39 Estados soberanos, los más pequeños estaban agrupados y tenían un solo representante. Cada Estado conservaba su independencia, tenía su propio ejército y embajadas, pero no podía en ningún caso concluir alianzas contrarias al pacto federal. Asimismo, cada Estado tenía la obligación de otorgar un contingente de fuerzas al gran ejército de la Confederación. Prusia vio incrementados sus territorios, aunque su ambición se centró en reunir en un «todo homogéneo» las tierras separadas por Estados intermedios y ocuparlos sucesivamente, con el objetivo de trasladar hacia Alemania la supremacía, aún en manos de Austria. En cuanto a Austria, sus grandes dominios territoriales (en 1815 se anexionó Bukovina, casi toda Galitzia, el archiducado de Salzburgo, Mantua, Venecia, Vicenza, Treviso, Padua, Udine y la costa de Iliria) estaban poblados por etnias con lenguas muy diferentes, por lo que le era difícil al Imperio austríaco su gobierno, hecho que posibilitó las aspiraciones de Prusia para agrandar su imperio a costa de los austríacos. Suiza retomó su nombre (la Confederación Helvética había sido creada por Napoleón, con 19 cantones) e incorporó tres más: Ginebra, Valais y Neuchâtel. Su neutralidad estuvo garantizada por todas las potencias. En España se reinstauró la dinastía borbónica, con el reinado de Fernando VII (1814-1833), y a pesar de que había cedido Trinidad a los ingleses en 1802, conservaba aún sus grandes colonias en América: Cuba, Puerto Rico, la mitad de Santo Domingo, los virreinatos de Perú, México, La Florida, Texas, parte de La Luisiana, Colombia, Uruguay, La Plata, Chile, Bolivia, Caracas, Montevideo y Buenos Aires, mientras que en Oceanía aún conservaba las Marianas, Filipinas y Las Carolinas. En 1815 Portugal vio restaurada en su trono la casa de Braganza. Sus colonias eran amplias en África (Cabo Verde, Santo Tomé, Puerto Príncipe, Angola, Mozambique, Azores y Madeira), así como en China (isla de Macao), Oceanía (isla de Timor) y la India (Goa y Diu). Italia era aún un puzle: en 1815 la casa de Saboya reinaba en Cerdeña y el Piamonte, Saboya, Niza y Génova. Los Borbones volvieron a reinar en Nápoles y Sicilia. El papa recobró sus antiguos estados, excepto Avignon; La Toscana se hallaba gobernada por un archiduque austríaco y el reino Lombardo-Véneto pertenecía a Austria, mientras que Parma y Plasencia fueron otorgados a María Luisa, la esposa de Napoleón. El colosal Imperio ruso de los zares se agrandó con nuevas provincias: Finlandia y Botnia orientales, así como la costa oriental del Báltico.


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