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EJERCITO DE TIERRA SEPTIEMBRE 2016

DOCUMENTO Situación actual en la lucha contra IED Carlos Rodríguez Sacristán. Teniente coronel. Ejército del Aire. DEM REVISTA EJÉRCITO • N. 905 SEPTIEMBRE • 2016  85  La evolución de las contiendas, los enfrentamientos armados y la resolución de problemas entre países ha evolucionado de manera desigual, en ocasiones desproporcionadamente, y con frecuencia buscando el cobijo y apoyo de una organización supranacional que ayude a la seguridad y estabilidad de las regiones y mejore la comprensión mutua. En el reciente caso de la ocupación de territorios de Ucrania, Rusia ha utilizado «una mezcla de operaciones especiales, presión económica, agentes de inteligencia, instrumentalización del flujo de gas natural, ciberataques, guerra de información y empleo de fuerza paramilitar y militar convencional como medida de presión / disuasión»1 para alcanzar sus objetivos políticos. La sincronización de todos estos elementos formando parte de un plan de operaciones es lo que ha dado origen al nuevo concepto denominado «guerra híbrida», si bien parece una tipología dedicada a actores que han de ser Estados (o que lo pretendan ser, como Dáesh) o grupos de entidad bien organizados que combaten con el apoyo sustancial o por delegación de un Estado extranjero; de otra forma, el amplio abanico de capacidades necesarias (tecnología punta, redes de apoyo, financiación) es difícil de adquirir de manera autónoma, al menos inicialmente, por grupos terroristas o insurgentes aunque estén bien organizados. Tratando de analizar el adjetivo «híbrido», Calvo Albero señala que guerra híbrida es aquella en la que al menos uno de los adversarios recurre a una combinación de operaciones convencionales y guerra irregular, mezclada esta última con acciones terroristas y conexiones con el crimen organizado2. Es en este último matiz donde podemos afirmar que los países cuentan con un enemigo común que amenaza la estabilidad de las instituciones y de los gobiernos: el terrorismo, sea cual sea su origen y demanda. Este enemigo común contribuye sobremanera a que nuestras Fuerzas Armadas se vean frecuentemente amenazadas por métodos de combate no convencionales, entre los que cabe destacar los artefactos explosivos improvisados (IED)3. España lidera desde 2007 la lucha contra estos artefactos explosivos improvisados en el marco de la OTAN, año en el que se puso en marcha el Programa de Trabajo de Defensa Contra el Terrorismo4, dirigido a potenciar la seguridad de las tropas de la Alianza ante la amenaza terrorista. Es precisamente la OTAN la pionera en cuanto a la producción, normativa y doctrina de empleo en esta materia, si bien no es la única, ya que, por ejemplo, la Unión Europea ha aprobado el pasado mes de mayo su «Concepto de lucha contra IED para operaciones militares lideradas por UE»5. En noviembre de 2008 entraba en vigor la publicación conjunta de OTAN sobre Counter IED6 a modo de guía para el comandante y el personal de un cuartel general operacional en zona de operaciones. En esta línea, desde 2013, el Consejo del Atlántico Norte (NAC, por sus siglas en inglés) aprueba un Plan de Acción de dos años para la lucha contra IED y mantiene la capacidad C-IED en alta prioridad. Los informes de progreso del Plan, que se presentan al Comité Militar, sirven para actualizar el estado de la amenaza, que continúa creciendo y complicando no solo la movilidad de las tropas en zona de operaciones, sino también, y esto sí que es una novedad, proporcionando una ventaja asimétrica y una influencia estratégica en las naciones y organizaciones que sufren sus ataques, que cada vez con más frecuencia se olvidan de los clásicos objetivos (los soldados) y se centran en causar bajas en la población civil, como hemos visto en el dramático final del año 2015 en París, en los ataques de Bruselas a principio de año o en los recientes ataques en el aeropuerto de Estambul. La consecuencia estratégica es una gran repercusión mediática en las poblaciones que desencadena un sentimiento de frustración y desconfianza en sus autoridades,


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