Page 118

REVISTA IEEE 4

116 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 4 / 2014 Sin embargo, A finales de los noventa, coincidiendo con la identificación de la guerra en red como pilar de la RMA y su inclusión en el programa ForceNET, la Armada aceptó definitivamente la revolución y se situó en la cabeza de la misma. Tal decisión le permitió acentuar la conectividad entre los sistemas, en detrimento de unas plataformas que, exceptuando las construidas específicamente para labores litorales y ataque a tierra, difícilmente podían calificarse de revolucionarias. Aunque el nombramiento de Donald Rumsfeld como Secretario de Defensa pudo significar un cambio de rumbo en la transformación naval, los trágicos sucesos de septiembre de 2001 y las guerras de Afganistán e Irak congelaron los planteamientos transformadores de Rumsfeld, redujeron sensiblemente el presupuesto disponible para adquirir nuevos equipos y revitalizaron la centralidad del portaaviones, una plataforma heredada de la Guerra Fría y condenada a desaparecer por su supuesta inadecuación a la revolución, como arma de indudable valor estratégico a pesar de los peligros que entraña su uso en ciertos escenarios.56 Aunque la transformación de la Armada continúa formalmente anclada en una hoja de ruta completamente obsoleta, y la crisis económica ha hecho mella en sus capacidades tras perder dos grupos aeronavales, tres grupos anfibios, varios buques de combate y apoyo o reducir el volumen de efectivos del Cuerpo de Marines; ésta no sólo ha sufrido una menor erosión que la Fuerza Aérea o el Ejército de Tierra a raíz de las campañas afgana e iraquí; Además, vuelve a alzarse como uno de los puntales de la nueva estrategia estadounidense posterior a la Guerra contra el Terror y muchas de las iniciativas planteadas en plena euforia revolucionaria están tomando forma. En un contexto marcado por la erosión que han generado en la opinión pública americana las guerras de Afganistán e Irak; la redistribución de la presencia avanzada y la reducción de las bases en el exterior; la reorientación de su interés hacia la región Asia-Pacífico o los crecientes riesgos que se ciernen sobre el tráfico marítimo y el acceso a cualquier punto del globo; en especial, al estrecho de Ormuz y el mar de la China. El poder naval está recuperando su protagonismo como herramienta de la política exterior. La Armada y el Cuerpo de Marines no sólo están especialmente capacitados para mantener una presencia avanzada creíble, selectiva y sin tener que recurrir a bases en el exterior, responder rápidamente a crisis o garantizar la seguridad de las líneas de comunicación marítimas; sino también para acceder por la fuerza a cualquier teatro de operaciones, según propone la controvertida Batalla Aero-Naval, que a fecha de hoy constituye la principal prioridad de la Armada y la base sobre la cual está articulando tanto su transformación como su estrategia para mantener su statu quo y luchar por los menguantes recursos del Pentágono. 56  HOLST, Henry: “The U.S. Military’s Ultimate Fear: Are Aircraft Carriers Too Big to Fail”, The National Interest, 12 de Agosto de 2014.


REVISTA IEEE 4
To see the actual publication please follow the link above