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REVISTA IEEE 4

259 Ignacio Cartagena Núñez Cuestión de credibilidad Podemos definir las “políticas o estrategias de señalización” como el conjunto de acciones o declaraciones que potencialmente permiten a un actor inferir algo acerca de propiedades no observables pero evidentes de otro actor. Dos son los elementos cruciales para asegurar la eficacia de una “señal política”: en primer lugar, debería producirse en un ambiente poco transparente, en el que predomine la escasez de información, y donde por lo tanto, resulte muy difícil conocer las intenciones de un actor, más allá de las “señales” que emita de manera voluntaria; en segundo lugar, es muy importante que los actores que emitan señales sean actores creíbles. El concepto de credibilidad se hizo popular en los años sesenta y setenta, con los estudios de comportamiento de las dos grandes potencias, en particular al final de la Guerra Fría. En un contexto propio de la teoría de los juegos, “para influir de manera eficaz en las expectativas del rival (y contribuir así al fin deseado), las amenazas y promesas, llamadas en su conjunto compromisos, deben ser comunicadas de manera adecuada y, sobre todo, deben resultar creíbles. En caso contrario, entonces el oponente no revisará sus propias expectativas.9 La credibilidad de una “estrategia de señalización” (v.gr., el anuncio de liberación de reservas nacionales de petróleo en caso de crisis) podría así definirse como la percepción de que el actor que emite una señal está capacitado para actuar en consecuencia, bien porque es en efecto capaz de hacerlo, porque ya lo ha hecho en el pasado o porque el coste de no ser coherente con una determinada línea de acción es demasiado elevado. Las señales serán creíbles en la medida en que el actor que las emita sea percibido como capaz de llevarlas a cabo, aunque al final no lo haga así. En el régimen de la energía, la credibilidad no es menos esencial que en otros sectores. Tomemos el ejemplo de Arabia Saudí, uno de los grandes “emisores” de señales al mundo de la energía. Bien en solitario, bien a través de la OPEP, Riad ha dado prueba de su capacidad de influir en el sector de la energía a través del envío de señales, porque se trata de un actor creíble. Su credibilidad se ampara en su capacidad de producción marginal: Arabia Saudí no es sólo uno de los mayores productores de petróleo convencional, sino que además tiene una capacidad de producción marginal que puede contrarrestar eficazmente alteraciones en los precios del petróleo en casos de crisis o cortes de suministro; o bien justo lo contrario: agudizarlas. En el pasado, Arabia Saudi se ha mostrado muy dispuesto a “jugar” con sus volúmenes de producción, con el objeto de modular los mercados y provocar la reacción de otros actores.10 9  POWELL, Robert, Nuclear Deterrence Theorry: the search of credibility”, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, P. VIII, 230. 10  Entre 1980 y 1985, las tentativas saudíes de defender el “precio de referencia” desembocaron en un notable deterioro de su cuota de mercado; la demanda de petróleo saudí pasó de diez millones de barriles diarios, en 1980, a 3,6 millones de barriles diarios en 1985. La pérdida de cuota de mercado y de beneficios se demostró muy costosa y el régimen de fijación de precios fue abandonado definitivamente en 1985, en un esfuerzo por recuperar cuota de mercado a través del llamado “netback pricing system”.


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