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ARMAS Y CUERPOS 131

Consumación Tomando al tiempo cronológico como notario de cómo fue la vida militar de los más de 2.000 mandos que salieron de la Academia en su primera época, podemos asegurar que el conjunto de la ofi cialidad llevaron grabado a fuego en su alma el mensaje y carácter del Espíritu de la General. Solo hace falta recordar hasta dónde llegaron muchos de ellos en la vida de la política, de las armas y de las letras, para darnos cuenta que la impronta de sus generales directores, jefe de estudios y profesorado militar en general, acampó en sus formas de ser como hombres y como militares. Todos los ofi ciales que salieron de la Academia en su primera época fueron directeurs, éducateurs et tuteurs de aquella religión de hombres honrados que componían la milicia defi nida por Pedro Calderón de la Barca13 en su famoso verso. Pero al igual que estamos convencidos que la buena impronta de lo militar se transmitió en su Notas José Izquierdo Navarrete, “El espíritu de la General”, en Izquierdo, J., Ortiz de Zárate J.R. y Aparicio, A., La Academia General Militar. Crisol de la ofi cialidad española, Institución “Fernando El Católico”, DPZ, Zaragoza, 2002, p. 40. Era un tipo de guerrera de dos fi las de botones. Se llamaba así porque provenía de una casaquilla de faldón corto usada por lanceros polacos. (Nomenclátor histórico-Militar, Servicio Histórico Militar, Madrid, 1956.) El modelo de gorra denominado “teresiana” fue traído por el rey Alfonso XII en 1875, y lo hizo en recuerdo de su estancia en la Real e Imperial Academia Teresiana de Nobles en Viena, fundada por la emperatriz María Teresa en 1746. Para saber más de la estancia del príncipe Alfonso en Viena ver en www.vienadirecto.com el artículo Alfonso XII en Viena. El nombre “ros” para una determinada prenda de cabeza, proviene del primer apellido del general que la instituyó en 1885 siendo director General de Infantería. Nos referimos al general Antonio Ros de Olano. (A la cabeza del ejército. Prendas de cabeza del Ejército de Tierra en el Museo -1700-2012, Museo del Ejército, Minisdef, Madrid, 2012). Eran unos “terrenos baldíos” que la ciudad de Toledo compró en virtud de la Real Pragmática de Carlos V el 30 de marzo de 1549. Estos terrenos baldíos se denominaban alijares (alijar, palabra de origen árabe), nombre que por tradición de su primitivo empleo se usó como nombre propio. Por caprichos de la historia, en esos terrenos alijares asentó la artillería republicana para bombardear el Alcázar durante el sitio sometido al edifi cio al comienzo de la Guerra Civil de 1936-1939. José Izquierdo Navarrete, op. cit, p. 35. También fue llamado “El Pacifi cador”. “Todo jefe militar que no sea a la vez director, educador y tutor, su acción de mando no será completa”. José Ibáñez Marín y Luis Angulo Escobar, Los Cadetes, Establecimiento tipográfi co El Trabajo, Madrid, 1903, p. 121. Ibídem, p. 121. El teniente general Manuel Cassola (1837-1890) era ministro de la guerra y propuso a las cortes el 22 de abril de 1887 unas importantes y numerosas reformas militares. Juan Barrios Gutiérrez, “La Academia General Militar (80 aniversario)”, en Revista Ejército, núm.270, Estado Mayor del Ejército, Madrid, julio 1962, p. 25. ABC Sevilla, viernes 20 de febrero de 1976, p. 14. La formación de infantería en cuadro era cuando las tropas adoptaban la forma de un cuadrilátero, dando frente al enemigo por sus cuatro caras. Servía para resistir en las llanuras las cargas de la caballería. Dramaturgo español (1600-1681), soldado y sacerdote. Nomenclátor histórico-militar, Estado Mayor del Ejército, Servicio Histórico Militar, Madrid, 1954, p. 262. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 98 Armas y Cuerpos Nº 131 momento del profesorado a los caballeros alumnos, y ahora a las Damas y a los Caballeros Cadetes, también nos atrevemos a decir que una posible mala infl uencia de aquellos sobre éstos también podría ser viable, aunque la tragedia de nuestra profesión es que para demostrar una cosa u otra debe mediar, en lo más sublime de la vida, una cita con la muerte en un encuentro armado o acción de guerra, además de en el trabajo del día a día, en el cumplimiento de nuestra profesión o en la participación en misiones en el extranjero. Ser militar, profesar la milicia, no es cualquier cosa. En contraposición con lo civil, un militar se forma, se educa y se instruye para combatir y ser conductor de las operaciones de guerra. “Es el arte de hacer la guerra y de disciplinar a los soldados para ella”14. Dejemos pues que la buena impronta del profesorado militar siga impregnando a los futuros mandos del ejército todo lo relacionado con de re militari, de la mano de Las Armas y Las Letras.


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