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BOLETIN SANIDAD MILITAR 26

2016 HISTORIA Y HUMANIDADES 35 Anfiteatro del Real Colegio de Cirugía de San Carlos - Actual sede del Ilustre
Colegio de Médicos de Madrid (Fotografía del autor) ro de Hacienda, alcalde examinador del Protomedicato y presidente de la Junta central gubernativa del Real Colegio, cargos que en aquellos años solo se concedían a las personas de relevantes méritos. En 1799 luchó por la unificación de los estudios de medicina y cirugía, contra los que querían que siguieran separados, lo que le granjeó la enemis-tad de algunos médicos que le llega-ron a acusar de nepotismo, como fue el caso de Francisco Salvá y Campillo. En 1802 publica un opúsculo muy interesante sobre «Disertación sobre las úlceras de los ojos que interesan la córnea transparente» que tiene gran aceptación entre la clase médica. Según Real Orden de 6 de junio de 1803, Gimbernat, junto con los docto-res Galli y Lacaba, son encargados por el Rey Carlos IV de informar y vigilar la creación de una misión científica, para formar una expedición con el fin de llevar a las provincias de ultramar la vacunación antivariólica, así como los componentes de la misma. Presentan su dictamen al Rey, en el que reco-miendan como jefe de la expedición al médico Francisco Javier de Balmis, siendo aprobado por S.M. con fecha 3 de agosto, quedando constituida la que se llamaría Real Expedición Filan-trópica de la Vacuna. En la práctica de la cirugía, Gim-bernat se distinguió siempre ejecu-tando las operaciones más difíciles y también se dedicó con éxito a la oftal-mología, devolviendo la vista en seis años a más de cuarenta enfermos de cataratas. Fue inventor de un buen nú-mero de instrumentos quirúrgicos. Se le puede considerar como el heredero de la brillante cirugía espa-ñola renacentista, sobre todo de Juan Fragoso y Dionisio Daza Chacón, y miembro de un movimiento que tenía su motor en la Academia de la Cirugía de París cuyo principal embajador en España fue el profesor Virgili. Durante la ocupación napoleónica, Gimbernat, que fue un gran admirador de la cirugía francesa, colaboró con el poder llegando a presidir el Consejo Superior de Sanidad Pública. Acusa-do injustamente de afrancesado, a la vuelta a España de Fernando VII, fue desposeído de este cargo. Consiguió gran parte de sus pro-pósitos, aunque la sociedad de la época, los intereses particulares y las envidias llenaron su carrera de dificul-tades, lo que lamentablemente le llevó a que los últimos años de su vida fue-ran penosos, anciano, casi ciego, con la razón alterada y en una posición económica precaria, como tristemen-te ha ido sucediendo con muchos de los grandes hombres de nuestro país. Según Laureá Pagarolas, en el año 1810 fue operado de cataratas por su amigo y compañero Mariano Ribas, pero eso no pudo ser posible ya que Ribas murió en 1800. Fue operado por otro compañero del Real Colegio, el profesor José Rives y Mayor, quizá el mismo que le operó del otro ojo en el año 1812, este último dato no lo hemos podido confirmar. El día 17 de noviembre de 1816 mo-ría en casa de su hijo Antonio, en la calle de San Bartolomé nº.19 de Ma-drid, y tres días después se celebraron solemnes funerales en la Parroquia de San José, con asistencia del claus-tro de profesores del Real Colegio de Cirugía de San Carlos y autoridades académicas de los centros literarios y científicos más importantes de la ca-pital.


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