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BOLETIN SANIDAD MILITAR 25

2016 HISTORIA Y HUMANIDADES 23 El Segundo Ayudante Médico de los Cazadores de Madrid, también bastante vapuleado, Antonio Sastre Storch se vio obligado a defender su vida con las ar-mas en la mano. Los camilleros tuvieron una actua-ción heroica con numerosas bajas10. La lección aprendida de este día fue que ocho camillas por Batallón eran a todas luces insuficientes, por lo que, al poco tiempo, se sumarían dos más. Hubo que improvisar camillas con mantas, maneja-das por cuatro soldados, pero esto solo pudo hacerse cuando bajó la presión del ataque enemigo. Desde los Hospitales de Sangre (a los que llegaban las bajas de las am-bulancias de Batallón), los heridos se evacuaban al Hospital de segunda línea del Serrallo a cargo del Primer Médico Fulgencio Farinós Illescas (del CG de Echagüe) y del Primer Ayudante Médi-co Cayetano Banús Gorqui (del 1er Rg. de Artillería de Montaña) por caminos infer-nales. La segunda etapa de evacuación en camilla desde el Serrallo a Ceuta, se realizó durante la noche y dejó agotados a los camilleros por el esfuerzo sobrehu-mano que tuvieron que realizar, tanto fue, que hubo que auxiliarlos excarce-lando a los presidiarios del Hacho. Los heridos que podían montar, lo hacían en una mula conducida por un acemilero y con otro soldado al costado para evitar la caída del desdichado jinete. En esta etapa, se hace sentir la falta de camillas11. Las bajas terminan en los hospitales de los Reyes, S. Francisco y Jesús y María. Según Landa hubo 500 heridos. Otros autores no se ponen de acuerdo: Acaso cita 89 muertos y 336 heridos y R. R. de M. 92 muertos, 307 heridos y 11 contusos. Entre las bajas de combate y las no de combate causadas por el có-lera, que aumentaba, no se podía contar con algo menos de la mitad de los efec-tivos. El destino de los muertos es de lo más triste: … … mientras en las zanjas abiertas entre los derruidos muros de Ceuta la vieja, se daba sepultura a los cadáveres de unos 100 españoles, que en aquel memorable día habían inmolado su vida por su patria y por su fe. Allí yacen ig-norados, sin que una piedra recuerde la memoria de su heroísmo. ¡Triste condi-ción de soldado! ... …12 26.11.1859 Nuevo ataque moro rechazado sin grandes dificultades por el Batallón de 10  La evacuación del Comandante Ochotorena costó cuatro bajas, solo la tercera pareja de camille-ros logró salvarlo y ellos llegar indemnes. 11  LANDA. Op. cit. pp. 49. 12  LANDA. Op. cit. pp. 51. Borbón. El General Echagüe, herido de bala en un dedo el día anterior, ordena a Landa evacuar las bajas del día ante-rior de Ceuta a Málaga en el vapor de ruedas Cid como improvisado buque hospital. El estado de la mar no permite el embarque hasta las 16:00 h. Los ofi-ciales se evacuan en los camarotes, los más graves en la bodega y el resto en la cubierta al amparo de una toldilla. En total se evacuan 160 bajas. Durante la travesía aparece un caso de cólera y tres más al poco de desembarcar las bajas en Málaga. 27.11.1859 El Subinspector Médico Antonio Mar-tús, Jefe de los Hospitales Militares de Ceuta redacta un demoledor informe sobre la situación sanitaria de los hospi-tales de la Plaza; en especial se queja de la falta de medios para atender adecua-damente a los coléricos: “Sin cabos de sala, poquísimos enfer-meros, los cuales desaparecen instantá-neamente; agobiados todos los emplea-dos por el ímprobo trabajo y cayendo enfermos muchos practicantes, me veo solo y aislado, sin poder atender a las innumerables y urgentes reclamaciones que desde todas partes se me hacen. … … la urgencia es del momento; la situa-ción triste por demás, tanto que si para esta noche no se me facilita más loca-lidad con las respectivas camas y servi-cio, los dolientes, si continua el ingreso como hasta ahora, quedarán en el suelo, sin abrigo, sin asistencia y en el estado más lastimoso”. Solicita con urgencia Martús 2500 camas, 25 Cabos de sala, 200 enferme-ros, 20 médicos, 100 practicantes y per-sonal de administración y auxiliar. Núñez de Arce da una visión muy realista del aspecto de Ceuta nada más desembarcar el Segundo Cuerpo de Ejército13: … … A pesar de que nadie igno-raba la aparición del cólera en nuestras divisiones, la verdad es que nos sobre-cogió a todos el aspecto lúgubre y ho-rroroso que ofrecía la ciudad en el mo-mento de nuestra llegada. No se daba un paso sin encontrar una camilla, sin ver un rostro lívido y desencajado, donde había impreso su funesto sello la muerte. Ceu-ta estaba consternada; sus hospitales no bastaban ya a contener el número de en-fermos que la epidemia arranca diaria-mente a la gloria y a la vida, fue preciso habilitar para este servicio Hasta los cris-tianos templos … … … El mismo día de mi entrada cargaron delante de mí un carro de muertos para conducirlos al cemente-rio de el Hacho … … Tampoco se libró el escritor-corresponsal de sufrir la pérdida de ami- 13  NÚÑEZ DE ARCE. Op. cit. pp. 22. gos14; refiriéndose al que le había escrito a España con el relato de los primeros días, nos cuenta: … … En derredor de una hoguera había unos cuantos oficiales silenciosos y meditabundos. Acérqueme a ellos y les pregunté por la tienda de mi amigo. –No le busque V.- me contestó aquel a quien me había dirigido – por qué será en vano. ¿Pues dónde está? En el cementerio, repuso tristemente otro de los circunstantes. … … Poco tuvieron que contarme; la víspera de nuestra llegada a Ceuta había caído enfermo, cuando al día siguiente preguntaba por él a sus compañeros, es-tos no sabían siquiera el sitio donde des-cansaban sus restos15. 29.11.1859 Landa regresa a Ceuta en el Cid lle-vando varias docenas de artolas y se ins-tala en su puesto anterior en el Serrallo. En Ceuta se recrudece la epidemia de cólera, llegando a 254 casos con 62 defunciones; se tienen que habilitar cuarteles e iglesias como hospitales, te-niendo que acampar en el Otero la tro-pa desplazada. Los presidiarios del Ha-cho ayudan de nuevo solícitamente al cuidado de los enfermos en una época en que se desconoce el mecanismo de contagio. 30.11.1859 Dejemos a Núñez de Arce relatar el estado del tiempo16: ¡Qué noche la del 30 de noviem-bre! El cielo estaba cubierto de un velo impenetrable y el viento mugía como una legión de espíritus malignos … … … Una lluvia abundantísima, incesante y apresurada, inundaba el campamento, cuyas tiendas en su mayor número ha-bía arrancado la invisible mano de la tempestad … … Envueltos en sus mantas, calados de agua hasta los huesos, sin abrigo ni tienda que los cobijara, nues-tros soldados sufrieron con resignación cristiana la furia del agua y del viento en aquella funesta y pavorosa noche. Bajas: doscientos setenta y cuatro heridos, cuarenta y un contusos y cin-cuenta y dos muertos. El Primer Ayudante Médico del Cuar-tel General, Antonio Ferrer, una vez atendidos sus heridos entra voluntaria-mente en combate con el Regimiento de 14  NÚÑEZ DE ARCE. Op. cit. pp. 24-25. 15  Son varios los autores (ALAR-CÓN, NÚÑEZ DE ARCE, ACASO) que cuentan la falta de documen-tación relativa a enterramientos e incluso a cementerios improvisa-dos. Esta actitud, tan reprobable hoy, se consideraba natural en-tonces. 16  NÚÑEZ DE ARCE. P. Op. cit. pp. 36.


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