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ARMAS Y CUERPOS 134

seguridad nacional para Estados Unidos. Asimismo, afi rmaba que la escasez de recursos, el crecimiento demográfi co y la transformación de la guerra a formas más irregulares, a menudo indistinguibles de la delincuencia, conformarían la política mundial del futuro. Aunque los medios de comunicación eran en aquel momento en general optimistas sobre el África Occidental, advirtió proféticamente del caos por llegar en países como Sierra Leona, Costa de Marfi l y Nigeria. El artículo constituyó el punto de partida para la colección de ensayos La anarquía que viene. La destrucción de los sueños de la posguerra fría (2000). En aquellos años del “fi n de la Historia” y el unilateralismo norteamericano, este entusiasta de la tradición realista advertía de que la escasez, la criminalidad, la superpoblación, el tribalismo y las enfermedades estaban destruyendo el tejido social de amplios rincones del planeta. Frente al idealismo en relaciones internacionales asociado a la implantación del concepto de “injerencia humanitaria” en los años noventa, se planteaba si la imposición de la versión occidental de democracia en lugares no preparados para ello podría “desestabilizar el mundo tanto como lo hizo el cristianismo primitivo”. También aseveraba que 20 Armas y Cuerpos Nº 134 la reducción del riesgo de futuros holocaustos no procedería de los tribunales de crímenes de guerra, sino de las políticas de equilibrio de fuerzas y de una mejor dotación de las agencias de inteligencia. Lejos de subscribir la idea del “fi n de la Historia”, Kaplan afi rmaba que la victoria del modelo liberal liderado por Estados Unidos sobre el comunismo suponía la aceleración de los acontecimientos en dirección a la anarquía, pues creía, inspirado en el trabajo de neorrealistas como Kennetz Waltz, que un mundo sin una confrontación principal queda a merced de otras secundarias. Por ejemplo, las protagonizadas por grupos terroristas apoyados en nuevas tecnologías y dispuestos a realizar grandes atentados, países que intentan chantajear con el arma nuclear, “Estados fallidos” convertidos en santuario para movimientos subversivos o el boom demográfi co en el norte de África, donde una población muy joven se hacina en barrios sin servicios a los que sí llega el adoctrinamiento ideológico y religioso. La visión global que daba Kaplan era la de un mundo dominado por oscuros intereses económicos, delincuentes y señores de la guerra, en el que difícilmente las organizaciones internacionales podrían llevar la paz y la prosperidad. Desde posiciones ideológicas muy lejanas llegó casi al mismo tiempo un punto de vista parecido cuando Ignacio Ramonet (n. 1943), director de Le Monde Diplomatique, coordinó a un grupo de representantes de las tradiciones analíticas marxista y postcolonial (Noam Chomsky, Edward Said, Antonio Albiñana,...) y revolucionarios como el subcomandante Marcos para publicar Geopolítica del caos (1999). Exponía la problemática que ya entonces planteaba la globalización, la explotación intensiva de recursos y territorios y la gran diversidad de focos de poder que se estaban alzando por todo el mundo. Con capítulos titulados “El siglo de Estados Unidos: hegemonía y caos”, “Unión Europea: ¿Una construcción al margen de los ciudadanos?”, “El espacio postsoviético como centro del caos geopolítico”, “África Subsahariana: Balance y resultados de una descolonización inacabada” u “Organizaciones internacionales, alianzas y caos geopolítico: ¿Debatir el papel de la ONU?” se daba un punto de vista muy crítico con el panorama de unas relaciones internacionales determinadas por la naturaleza destructiva y desestabilizadora de la globalización económica favorecida por


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