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BOLETÍN INFORMATIVO DE SANIDAD MILITAR

28 HISTORIA Y HUMANIDADES 2017 1175 o la de Calatrava, diez años más tarde, en el castillo de las Guadalerzas, pero estas instituciones se alejaron del concepto de hospital de campaña, eran centros asistenciales más amplios, en sintonía con la idea religiosa-benéfica característica de la protección social hasta bien entrado el siglo XVIII. En la Corona de Aragón, las Ordenanzas de Pedro III (1267) contemplaban la necesidad de cirujanos en tiempo de guerra «que deben dormir en nuestra tienda o donde Nos estemos», que fueran «entendidos y prácticos» y, que «se embarcaran con los instrumentos propios de su oficio» y «medicinas buenas y frescas». A lo largo de la Edad Media, la sanidad seguía siendo muy rudimentaria; las tropas eran las mesnadas, movilizadas por cada señor para una acción concreta, pero al parecer, médicos y cirujanos estaban excluidos «salvo que por nuestro mandato fueran llamados» decía Juan I, padre de Enrique III el Doliente. Sepulcro de Juan II de Castilla y su esposa Isabel de Portugal, padres de la reina Isabel la Católica, en la Cartuja de Miraflores de Burgos; admirable obra en alabastro de Gil de Siloé. Al fondo el sepulcro del infante Don Alfonso, hermano de la Reina. Así, los orígenes de la orden Hospitalaria se remontan al año 1084, cuando unos mercaderes de la ciudad de Amalfi, en el reino de Nápoles, decidieron fundar un hospital para peregrinos junto a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, bajo la advocación de San Juan Bautista. La proximidad de este templo hizo que la nueva orden recibiera el nombre de Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén. Con su asentamiento en la Isla de Rodas, en 1306, los caballeros hospitalarios comenzaron a llamarse Caballeros de Rodas. Cuando la Orden del Temple fue disuelta y su gran maestro y los principales caballeros fueron ejecutados bajo la acusación de herejía, una buena parte de sus riquezas fueron a parar a la orden de San Juan, que se convirtió en una institución rica y opulenta. El cuidado de los hospitalizados corrió a cargo de los monjes de las órdenes religiosas, pero en algunas de ellas tenían prohibido cuidar a las mujeres, por lo que se crearon ramas femeninas dentro de esas órdenes con este fin. Con los Reyes Católicos cobró importancia el ejército regular, ensayado por Gonzalo de Ayora y por el Gran Capitán en Italia, quien incorporó la acción combinada de la infantería, la caballería y la artillería, y creó los tercios y las compañías. En 1537, Carlos I decidió dotar a su Escuadra de galeras y galeones, con arcabuceros de la mayor calidad, bien capacitados para el combate naval de la época, y crea las Compañías Viejas de la Mar de Nápoles, primeras unidades de tropas, asignadas desde su creación, y con carácter permanente, a la Marina Real. En 1566, Felipe II reafirmaría esa decisión al crear varios Tercios asignados a la Marina, con la idea de contar con una fuerza expedicionaria que pudiera combatir con la misma soltura en mar y tierra, de modo que le permitieran hacer frente, oportunamente, a las amenazas que puedan surgir en cualquier rincón de su imperio. La repercusión de estas reformas organizativas militares sobre la sanidad, dio lugar a dos grandes innovaciones: la inclusión del facultativo en plantilla y el sistema de financiación sanitaria. Cada tercio tenía médico, cirujano y ayudantes, con «experiencia, habilidad y celo» y cada compañía un barbero. Para su financiación, se descontaban de la paga, uno, tres, cinco o diez reales según se tratara de soldado, sargento, alférez o capitán. También se contaba con la Real Hacienda, la limosna real o de altos estamentos, los “ab intestatos” de los muertos en combate sin herederos, las donaciones, la venta de ropa y comida sobrante y los castigos pecuniarios, generalmente relacionados con el juego.


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