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BOLETÍN INFORMATIVO DE SANIDAD MILITAR

30 HISTORIA Y HUMANIDADES 2017 vantes, o El Divino Vallés, que, como protomédico, elegiría a los médicos para la Armada Invencible. Los elegidos además de curar, «si necesario fuera en tiempo de prisa también sirvan de artilleros en campo o cerca». Las patologías más frecuentes eran heridas e infecciones. Luis de Requesens, destacado militar y mentor de don Juan de Austria, escribía a Felipe II: «la mayor parte de los heridos son de picazos o pedradas que estarán prestos pronto aunque también hay muchos de arcabuzazos que morirán». Las infecciones habituales eran tabardillo, sarna, garrotillo, paludismo, peste y sobre todo sífilis. Los hospitales recibieron un gran impulso. Carlos V mandó construir el del Buen Suceso de Madrid. De uso militar y civil, este hospital estaba ubicado junto a una ermita, dedicada a San Andrés, situada frente a la Puerta del Sol. Su fundación fue confirmada por Bula del papa Clemente VII, el 28 de enero de 1529. El establecimiento dependía directamente del Patrimonio Real, y durante mucho tiempo dio asistencia a los criados de la Casa Real, guardias de Corps, alabarderos, y personas del gremio de plateros, que instalaron allí su congregación. A mediados del siglo XIX, debido a la reestructuración de la Puerta del Sol, la iglesia y el hospital fueron derribados, y este último se instaló en un edificio nuevo en el barrio de Argüelles. A este hospital siguieron otros en la Península y en África. En cada empresa naval embarcaban el protomédico y el cirujano mayor. Solían ser celebridades que seguían al señor. López Madera fue Protomédico en Lepanto y Daza Chacón Cirujano Mayor, también estuvo Pérez Herrera a quién se debe la frase «Non armis obstant literae» (Las armas no se oponen a las letras), que figura en el escudo de la Escuela Militar de Sanidad. En las embarcaciones, el orden jerárquico sanitario era: cirujano romancista (que no sabía latín), barbero-cirujano y barbero. Para mejorar la atención se construyeron hospitales navales, en Cádiz en 1637 para atender Ultramar, en Cartagena para atender a los heridos en Lepanto y en Ferrol para los de la Armada Invencible. En el resto de nuestro país, comienzan a proliferar los hospitales civiles en esta época de finales de la baja Edad Media. En Cataluña, en el año 1401, se produce la reunión de seis pequeños centros hospitalarios. Con la Bula del Papa Benedicto XIII se crea el Hospital de Santa Creu, de grandes dimensiones, con cuatro alas rectangulares y dos plantas. Todo alrededor de un patio. Martin I el Humano, rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Córcega y Cerdeña, y Conde de Barcelona, colocó la primera piedra, aunque las obras no terminaron en su totalidad hasta 1450. Era administrado por dos miembros de la Iglesia y dos ciudadanos dignos y escogidos. La mantención del Hospital corría a expensas de limosnas, donativos y legados. Más tarde, el centro adquirió el privilegio de heredar los bienes de aquellas personas que morían sin dejar testamento o que no tenían descendencia legítima. Felipe II otorgó el privilegio de ingresar en el fondo del Hospital las ganancias de representaciones teatrales. A final del siglo XVI, el archiduque Alberto dictó un reglamento, considerado el primer texto legislativo relativo a hospitales de campaña, y Felipe IV, ya en 1632, dentro de la Ordenanza General para sus ejércitos, dedicó un capítulo a la organización, funcionamiento y plantilla de los hospitales militares. Su articulado confirmaba en líneas generales la política hospitalaria iniciada en tiempos de los Reyes Católicos. En concreto, se refería a los hospitales de campaña itinerantes que irían donde acampara el Ejército o se encontrara fondeada la Flota, con un mínimo de plantilla sanitaria, a saber: un médico, un boticario y un cirujano. Especial importancia reviste la legislación relativa a Cirujanos, por ser estos profesionales los más demandados en el Ejército y la Armada, como los que actuaron en la batalla de Lepanto: Cristóbal Pérez de Herrera protomédico de galeras, el Cirujano mayor Daza Chacón y López Madera. En las embarcaciones, el orden jerárquico era: médico y cirujano latino, si los hubiera, (llamados así por el uso del latín como lengua habitual de aprendizaje), cirujano romancista, barbero cirujano y barbero. El Tribunal del Protomedicato y, en concreto, su presidente y primer médico de la Cámara del rey que, hasta bien entrado el siglo XVIII fue también protomédico del ejército “de mar y tierra”, era el encargado de examinar a todos los médicos, cirujanos y boticarios que ejercían en el Ejército, la Armada y, los hospitales militares. Los enfermos y heridos eran trasladados a barcos viejos que servían de hospitales de sangre, hasta llegar a la costa donde se situaban los hospitales de campaña, como los de Messina y Cartagena para atender a los heridos de Lepanto o el de Ferrol para los de la Armada Invencible. El médico y cirujano de la Armada tuvieron la misma consideración económica y eran nombrados por el General, con el informe del Protomedicato, desde la Pragmática de 1593 dada por Felipe II. Por el contrario el Boticario era un puesto temporal en campaña, también nombrado por el General a propuesta del Protomedicato, no tenía salario, salvo el de la venta de las medicinas que pagaban los enfermos, éstas debían ser de buena calidad y, quedaba bajo responsabilidad del Veedor. En cualquier lugar del mundo donde esté desplegado un contingente militar español, allí hay sanitarios. Donde se ha producido una devastadora catástrofe natural, allí están los médicos, farmacéuticos, veterinarios, psicólogos, odontólogos y enfermeros castrenses para ayudar a la población local. Juan Alberto Galán Torres Coronel veterinario BIBLIOGRAFÍA Crónica de Hernando Pulgar, en Fernández Morejón, A. Historia bibliográfica de la medicina española, Tomo I (imprenta de la viuda de Jordán), (1842). Madrid, pp.256-7. González Toribio, J. L. Historia de la sanidad militar, en Antena Digital, núm.12, p.20. Massons, J. M. Historia de la sanidad militar española, 4 vols. Pomares-Corredor, Barcelona, t. I, 1994; p. 34. Mª Soledad Campos Díez. La Sanidad Militar en la Edad Moderna. Universidad de Castilla-La Mancha. Página web., 250 págs. (Consultado en abril de 2016).


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