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BOLETIN IEEE 6

126 El eslogan de ¡no más guerra! es muy arriesgado, supone aceptar la bondad de cualquier ausencia de violencia, adoptando irremediablemente una política de apaciguamiento frente a un adversario que puede seguir dispuesto a mantener abierto un conflicto que cuestiona los principios básicos de convivencia en una democracia. Pablo Catatumbo en la entrevista antes citada decía que «el fin de la guerra no es el fin del conflicto social, pero sí el fin de la guerra»25. Estas palabras anuncian algo conocido en Europa y que se denomina estrategia desarmada, practicada inicialmente por el IRA y posteriormente copiada por ETA. Es aparentemente un cambio en los modos y medios pero no en los fines. En cualquier caso, tanto los herederos políticos de ETA como del IRA han utilizado el recuerdo del miedo generado por la violencia política para intentar y con frecuencia conseguir remodelar el panorama político según sus preferencias. Una estrategia desarmada que permita que la violencia ilegitima de bandas criminales, terroristas o guerrilleras permanezca latente en la sociedad, condicionando el ejercicio de los derechos individuales y las libertades públicas de los ciudadanos y dirigiendo la construcción de la memoria, es una estratagema que pervierte cualquier proceso de paz. Si la pasividad de muchos en los tiempos de violencia política y criminal se justificaba por el miedo, ahora se justifica por el interés o sencillamente por la indiferencia. Las victimas pueden terminar sufriendo primero la violencia, luego el olvido y finalmente la silenciosa exclusión. Situación que nos recuerda la cita de Miguel de Unamuno: «no nos mata la oscuridad, sino la indiferencia». La violencia en Colombia puede aparecer de nuevo no como una lucha directa contra el Estado para tomar el poder o ejercerlo en algunas partes del territorio sino a través de actos aislados, terroristas, subversivos o simplemente criminales, que sin desafiar la continuidad del Estado, sí afectan a las decisiones políticas y a la vida de la comunidad nacional. Las acciones violentas de baja intensidad o directamente terroristas o criminales buscarán presionar a los decisores, que se encuentran atrapados por el imperativo de la paz a toda costa. De esta manera, el atentado terrorista o la violencia callejera serán presentados como un fracaso político del Estado democrático, por su incapacidad para integrar a una parte de la sociedad que justifica y utiliza la violencia 25http://colombia2020.elespectador.com/pais/no-le-tengamos-miedo-la-verdad-que-la-verdad-sana-pablocatatumbo. bie3 ZĞůĂĐŝſŶĞŶƚƌĞĐŽŶĨůŝĐƚŽLJƉŽƐĐŽŶĨůŝĐƚŽ͗ŽůŽŵďŝĂLJůŽƐĂĐƵĞƌĚŽƐĚĞƉĂnj ŶĚƌĠƐ'ŽŶnjĄůĞnjDĂƌƚşŶ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϮϱͬϮϬϭϳ Ϯϯ


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