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Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 10 / 2017 http://revista.ieee.es/index.php/ieee 224 En efecto, con Deng Xiaoping el rol del Partido Comunista de China (PCCh) se mantuvo inalterable ya que «tenía que ser la única autoridad en el Estado con ca-pacidad decisoria total, a fin de mantener la cohesión del país»8. Como ejemplo de esta aseveración, el Ejército dejó de rendir lealtad a una persona (Mao Zedong) para hacerlo al Partido, no existiendo un control civil del estamento militar (p. 316). Este hecho se puso de manifiesto durante los sucesos de la plaza de Tiananmén en 1989, pese a lo cual, la modernización del Ejército no fue una tarea que acometiera con ur-gencia Deng Xiaoping. Por el contrario, la prioridad en las reformas correspondió a la agricultura, la industria y la tecnología. En que así fuera incidieron dos factores com-plementarios: «ahora estamos construyendo el socialismo chino, y según la teoría, no podemos emprender una carrera armamentística que agote nuestros recursos» (págs. 339-340). Asimismo, la evolución durante la década de los años ochenta de su «enemigo ínti-mo », la URSS, lo interpretó Den Xiaoping como un ejemplo más de que tenía razón a la hora de primar el dominio del Partido sobre la sociedad. No obstante, esta premisa también puede ser entendida legítimamente como lo hace Guy Sorman: «La verdad histórica es que no hay sitio para la evolución, no hay un camino para la reforma política en un sistema totalitario: un Partido Comunista reina o se des-morona, como muestra claramente la experiencia soviética. Cuando a partir de 1988 Gorbachov intentó reformar al Partido, el Partido desapareció»9. Deng Xiaoping también fue un «innovador» producto de su pragmatismo y de su correcta lectura del tiempo que le tocó vivir. En efecto, de manera gradual fue permi-tiendo la presencia de la emergente clase empresarial china en los órganos del PCCh, prerrogativa que se amplió a sectores de la clase media10. Sin embargo, como refleja Xulio Ríos, esta suerte de aperturismo no debe considerarse sinónimo de democrati-zación de las estructuras del Estado, ni en el caso de Deng Xiaoping ni tampoco entre quienes le sucedieron, como Hu Jintao11. En este sentido, el desarrollo de China también ha generado una serie de conductas y realidades desconocidas hasta entonces, cuya respuesta por parte del Gobierno ha sido puntual pero no definitiva. En efecto, dentro de las primeras ha aparecido un cierto carácter contestatario en la sociedad, que tiende a responsabilizar a sus gober-nantes de las catástrofes naturales, (terremotos e inundaciones que periódicamente se han cobrado numerosas víctimas mortales). Dentro de las segundas, la emigración del 8  DE LA MORENA, Felipe. Op. cit, p. 109. 9  SORMAN, Guy. … Y el comunismo destruyó Asia. Papeles FAES, Núm. 104, 19.06.2009, p. 7, accesible siguiendo este enlace: http://www.fundacionfaes.org/file_upload/publication/ pdf/20130520160447y-el-comunismo-destruyo-asia.pdf. (Consultado: 31.07.2017). 10  DELAGE, Fernando. «La política exterior china en la era de la globalización», en Revista CIDOB d´Afers Internacionals, Núm. 63, 2003, p. 67. 11  RÍOS, Xulio. Op. cit, p. 56.


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