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ARMAS Y CUERPOS 136

El herraje Los griegos y los romanos de la Antigüedad clásica protegían los cascos de sus caballos con unos botines de cuero o esparto, que sujetaban a las cuartillas con correas. Cuando Julio César, medio siglo antes del comienzo de nuestra era, conquistó la Galia, pudo observar que sus habitantes herraban a sus caballos de forma parecida a la actual, e incluso que disponían ya de tres clases distintas de herraduras y dos tipos de clavos. Es la referencia histórica más antigua de que se dispone, pues se desconoce qué pueblo de la Antigüedad tuvo la idea de proteger los pies de sus caballos con piezas de metal clavadas a sus cascos. Se sabe que en Oriente se utilizaba una especie de herradura elaborada con madera, hierbas y raíces y que, en Egipto y Persia, se empleaba 80 Armas y Cuerpos Nº 136 una herradura de metal que se sujetaba al casco mediante correas. En el Imperio Romano, hay testimonios plásticos y literarios de que eran esclavos quienes se ocupaban del herraje de los caballos, aunque la categoría social de los herradores fue mejorando al aumentar la caballería en la batalla, especialmente a partir del siglo V. Durante la Edad Media, el herraje de los caballos era ya norma habitual en toda Europa; las herraduras empleadas eran mayores, más anchas y más gruesas que las utilizadas anteriormente, quizá debido a la mayor carga a que eran sometidos los caballos en las guerras cuando sus jinetes reforzaron sus armaduras y corazas. En tiempo de Carlomagno y sus sucesores, los herradores ya estaban a las órdenes directas del Condestable (Conde del establo). Así mismo Don Quijote afi rmaba que un caballero andante debía aprender a clavar una herradura. En la actualidad, los amantes de los caballos recomiendan a otros su veterinario y su herrador, presumiendo de ambos. También es cierto que de unos años a esta parte, se ha puesto de moda en el mundo de la equitación el “barefoot” o “pie descalzo”, es decir, cascos sin herraduras. Este sistema requiere un arduo y progresivo trabajo de adaptación en las manos y pies del caballo, hasta conseguir que el casco endurezca su planta, hasta soportar la dureza del trabajo diario, o al menos para el día a día. Si el caballo va a realizar un trabajo extraordinario o va a trabajar por un suelo muy duro, se le puede poner una especie de botín pegado, termosellado o con algún sistema de correas. Este sistema pretende cuidar el casco y que éste no se vea dañado por los clavos y la tensión que ofrecen las herraduras. Ya hay algún estudio que demuestra que a largo plazo, con este sistema, el casco está mucho más sano y es menos propenso a enfermedades. En cualquier caso, el “barefoot” requiere mucha dedicación a cada caballo, y en cuadras grandes, donde hay muchos caballos trabajando a diario, es casi inviable, siendo mucho más efi ciente el herraje tradicional.


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