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ARMAS Y CUERPOS 136

Armas y Cuerpos Nº 136 99 Durante el reinado de Maximiano en la ciudad de Nicomedia (actualmente Izmir, Turquía) cerca del mar de Mármara, vivía un hombre muy rico llamado Dióscoro, que era pagano. Tenía una hija muy hermosa llamada Bárbara, a la cual celaba sin motivo alguno. Para evitar que Bárbara tuviera contacto con la gente, Dióscoro hizo construir una torre muy alta y allí encerró a su hija hasta que decidió entregarla en matrimonio a uno de los príncipes que la pretendían. Bárbara había tomado la decisión de no casarse, y rogó a su padre que no la obligara a hacerlo. Esto decepcionó tanto a Dióscoro que se fue a vivir a un país lejano por un tiempo. Bárbara, ante la ausencia de su padre, aprovechó para colocar una cruz en el baño y añadió una ventana más a las dos que ya tenía la torre para así simbolizar a la Santísima Trinidad. Bárbara fue bautizada, y aprendió la doctrina cristiana. En el año 235 D.C. su padre regresó de viaje y preguntó a su hija sobre la reestructuración de la torre y ésta contestó: “Esas tres ventanas representan claramente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, los cuales son tres personas en un solo Dios, en el que debemos creer y al único que debemos adorar”. Este comportamiento de su hija enfureció a Dióscoro, que cogió a Bárbara por los cabellos y decidió llevarla para ser juzgada y limpiar su propio nombre ante la gente de la ciudad. Bárbara fue apresada, denunciada al pretor Martiniano, y enjuiciada. En ese momento dándole una nueva oportunidad de que recapacitara ante su creencia de la existencia de un solo Dios, el juez le dijo: “Así pues, elige entre sacrifi car a los dioses y salvar tu vida, o morir cruelmente torturada”, y Bárbara respondió fi rme: “Me ofrezco en sacrifi cio a mi Dios, Jesucristo, creador del cielo, de la tierra y de todas las cosas”. Esa fue su sentencia, y después de ser apaleada y torturada durante días, Bárbara tuvo la visión del señor Jesucristo en la prisión. Pasaron los días y como Bárbara mantenía su posición ante el castigo, el juez decidió que fuese decapitada por la espada. En ese momento Dióscoro arrebató a Bárbara de las manos del juez y la llevó a la cumbre de una montaña. En el camino, Bárbara se alegró porque sentía que se aproximaba el premio a su devoción por Dios. Santa Bárbara fue decapitada por la mano de Dióscoro, su propio padre, cuando ella tan sólo contaba con dieciocho años de edad. Después de haber cometido tan horrendo crimen, Dióscoro comenzó a bajar de la montaña, momento en que se desató una fuerte tormenta, y en el camino fue fulminado por un rayo que descendió de los cielos, cual fuego celestial. Giulio Quaglio el Joven Martirio de Santa Bárbara Catedral de Ljubliana. 1722


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