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MEMORIAL DE CABALLERIA 84

125 Aniversario del Patronazgo de Santiago Apóstol En el patio de armas de la Academia Memorial de Caballería, n.º 84 - Diciembre 2017 39 mos, pero al desplegar mi guion con el resto, al lado de la estatua ecuestre del insigne jinete Teniente Coronel Primo de Rivera, oigo un susurro lejano que no alcancé a comprender ¡Ha llegado la hora del sacrificio, que cada cual cumpla con su deber!, será el cansancio del viaje, musité. El grupo de portaguiones de las unidades de caballería nos encaminamos, tras esa instantánea oficial, a iniciar esa «marcha peregrinación » en autobús. Me dijeron que de madrugada unas góndolas se habían llevado unos VEC en dirección al Campo de Tiro de Parga y que nos reuniríamos allí con ellos al atardecer. Sea pues, iniciemos esa peregrinación. Entre danzas, divertimentos, risas y por qué no, extrañeza, íbamos los portaguiones descendiendo del autobús donde se nos ordenaba y el capitán jefe de la expedición nos indicaba este o aquél lugar al cual acudir en busca de un nuevo sello al mostrar la «Compostela». El día transcurría y los descensos del autobús en pos del ansiado sello se repetían. No obstante, la sensación tornaba en extraña, a medida que el día avanzaba cada sello iba representando un reto insoslayable. Observaba desde la ventana del autobús cómo peregrinos de mil tierras caminaban en pos de lo mismo que nosotros. Ese cabeceo peregrino del andarín y el balanceo de su cayado con concha y calabaza, se imbricaba en mi interior compartiendo, creo yo, los mismos anhelos y deseos por alcanzar una nueva estampación o reto que me condujese a la o el siguiente. No habiendo manifestado voluntad alguna, el Camino se iba haciendo parte de mí. La luz del atardecer traspasa los eucaliptos que nos conducen al Campo de Parga, ya en la provincia de Lugo, por la estrecha carretera. Ahí están las góndolas. Las instalaciones del campo de tiro se han convertido en refugio de peregrinos para unos jinetes sin cabalgadura que han recorrido cuatrocientos kilómetros en autobús sí, pero portando unos guiones con las almas inmortales de los que les precedieron. Amanece el día 30 de junio. Tras el frugal desayuno en Parga, ahora sí, la columna motorizada al completo inicia su última etapa. Los dos VEC junto a nuestro autobús nos dirigimos a Palas de Rei; ayer ya sellamos aquí para ganar tiempo. Son pocos kilómetros los que restan para finar la peregrinación. Sabemos que en el Monte do Gozo vislumbraremos los pináculos de la Catedral. El discurrir desde el Monte a la posición de espera, estadio de San Lázaro, es rápido. Siento cada pulsación en mis sienes. El autobús alcanza la avenida Xoán XXIII y en la Rúa San Francisco veo formada la unidad a pie, que al igual que nosotros, ayer partió de la Academia de Caballería dirección Santiago de Compostela y se había alojado en la Residencia de Estudiantes de la Armada TG. Barroso. Oigo rugir de motores y observo con sorpresa cómo las viejas cabalgaduras por la angosta rúa se van abriendo camino hacia la adoquinada plaza del Obradoiro. El caucho de los neumáticos no


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