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MEMORIAL DE INFANTERIA 76

ASPECTOS INSTITUCIONALES estrecha con el Grupo del Húsares de la Princesa, preparación intensa para el combate, y voluntariedad permanente para ocupar los puestos de mayor riesgo y fatiga. Estoy convencido que la guerra, en la medida en que es “verdadera”, 1 la guerra seria, en la que una nación se juega su supervivencia, más depende de los Pelotones y las Secciones, y menos de los grandes diseños estratégicos.  “Más depende”, porque esos Pelotones y Secciones encarnan el espíritu de un Ejército, y la guerra “verdadera”, en esto también soy Clausewitziano, es ante todo: ¡¡¡¡Espíritu encarnado!!!!, y por ser “Espíritu encarnado”, la victoria en cada combate, al menos en primera instancia, es fundamentalmente 18 moral2: “Es una experiencia conocida que las bajas sufridas por el vencedor en el curso de un combate difieren poco de las experimentadas por el perdedor … En el combate, la pérdida de moral ha demostrado ser el principal factor decisivo … El espíritu del conjunto se ha roto … La herramienta se ha debilitado y embotado como consecuencia del primer impacto de la victoria del adversario y ya no es adecuada para oponer el peligro al peligro” (Clausewitz, De la guerra, Libro IV, Cap. 4). A este respecto, no le cabía duda al pensador prusiano de que uno de los quicios de esa moral de combate, en ocasiones el más importante, está determinado por el espíritu de cuerpo: “… los soldados se verán como miembros de una especie de hermandad en cuyos reglamentes, leyes, y costumbres el espíritu de guerra ocupa lugar de honor. … Por más inclinado que alguien se sienta a adoptar la perspectiva más elaborada de la guerra, se equivocaría gravemente si infravalorase el orgullo profesional, el espíritu de cuerpo” (Clausewitz, de la guerra, Libro III, Cap. 5). Y es a la hora de conformar ese “espíritu de cuerpo” donde la fragua del historial del “Flandes” está llamada a jugar un papel preponderante. Porque para nosotros, en el “Flandes”, ese “espíritu de cuerpo” o “hermandad” está estrechamente vinculado con nuestro ser infantes y, en sentido inverso, no nos es posible ser infantes en abstracto, al modo de un fuerte sentimiento estético, sino que los somos en la medida en la que interiorizamos hechos, tramas y alternativas concretas materializadas, con sangre y esfuerzo, por los que antecedieron en el puesto. No son sentimientos estéticos, sino telúricos, en la medida que nos vinculan a la tierra que nos vio nacer y que nos verá morir. Prueba de Unidad 1 En el sentido Clausewitziano del término. Clausewitz distingue, con desdén, los juegos militares del XVIII de los enfrentamientos salvajes acaecidos, por ejemplo, en Jena o Austerlitz. Estos últimos se corresponden con el tipo de guerra que el prusiano denominó como “verdadera”, hasta que la crisis intelectual de 1827 le llevó a incluir en su concepto de guerra modulaciones menos violentas. 2  En esta línea, también Tolstoi identifica esta “conciencia de superioridad moral” como clave explicativa de la trascendencia que la Batalla de Borodino tuvo en la campaña Rusa contra Napoleón: “Los rusos no obtuvieron en Borodinó la victoria que se definía por unos harapos clavados en palos elevados en el espacio, que se llaman banderas, pero obtuvieron una victoria moral: la victoria que convence al enemigo de la superioridad moral de su adversario y de su propia debilidad … la pérdida de un ejército de quinientos mil hombres y de la Francia napoleónica, sobre la cual se posó en Borondió, por primera vez, la mano de un adversario moralmente más fuerte” (Guerra y Paz).


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