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BOLETIN INFORMATIVO DE SANIDAD MILITAR 33

2018 HISTORIA Y HUMANIDADES 29 En el Neolítico avanzado, empiezan a levantarse, en Europa occidental, construcciones con grandes bloques de piedra. Es el megalitismo (del griego megas- grande y lythos -piedra) que empieza a mediados del V milenio a.C. y se generaliza por muchos países de Europa a lo largo de los milenios IV y III, desde el Neolítico pleno al Calcolítico y comienzo de la Edad del Bronce. El sur de la Península Ibérica, junto a la Bretaña francesa y Portugal habrían sido los centros de origen del megalitismo. El tipo más conocido de estas construcciones, es el dolmen, un recinto preparado para acoger cadáveres en sucesivos depósitos. En la arquitectura de un dolmen se distinguen, la cámara funeraria, los corredores de acceso y el túmulo que protege a ambas estructuras. Las paredes de cámaras y corredores son bloques o losas verticales “ortostatos” o mampostería de lajas menores. En 1847 ya se escribió sobre el templo druida hallado en las cercanías de Antequera. Correspondía al dolmen de Menga. Éste y el de Viera (periodo Neolítico) presentan los sepulcros en forma de corredor-rectangular. Y en forma circular el de El Romeral, (periodo Calcolítico) que es un sepulcro de los llamados de falsa cúpula. El dolmen de Menga tiene unas dimensiones de 25,40 m de longitud por 6,10 m de ancho y una altura de 2,70 m a 3 m. Está orientado hacia el noreste es decir, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano, orientación que no corresponde con este tipo de construcciones. El monumento está perfectamente alineado con La Peña, una montaña que recuerda por su forma un rostro humano. En la cara norte de la Peña, coincidente con el lugar conocido como abrigo de Matacabras, se encuentran pinturas rupestres de estilo esquemático. El dolmen de Viera debe su nombre a los hermanos que lo descubrieron (Antonio y José Viera) entre 1903 y 1905. Tiene un recorrido interior de algo más de 21 m. En el monumento funerario de Viera, se encontró un variado ajuar de cerámica tosca y útiles de pedernal. Estos monumentos llaman la atención por sus dimensiones y por el esfuerzo que requirió su construcción, sabiendo las toscas herramientas con las que podían trabajar aquellos artesanos. Las canteras de procedencia de alguna de las grandes losas de los dólmenes de Antequera, distan 38 km. del monumento. Aún seguimos preguntándonos cómo lograban traer y colocar todas estas piedras. Destacan los túmulos que cubren algunos sepulcros por sus dimensiones, como el de El Romeral que tiene 68 m de diámetro y 9 m de altura; una de las losas del dolmen de Menga tiene 8 m de largo, 6,5 de ancho y 1 m de espesor, con un peso superior a 100 t, y está cubierto por un túmulo de 50 m de diámetro. Las “Cuevas”, como empezaron a conocerse, forman parte de un conjunto arqueológico impresionante en el que uno se siente transportado a la prehistoria, visitando estos lugares. Es emocionante contemplar desde el interior del dolmen, al fondo, la Peña de los Enamorados. Su nombre viene, como en otras ocasiones, de una leyenda medieval que cuenta que “unos enamorados, él cristiano y ella princesa mora, huyendo de los soldados enviados por el padre de ella para capturarlos, fueron acorralados en estos parajes y para evitar que los separasen, subieron a lo más alto de esta peña desde la cual se arrojaron juntos al vacio”. En su interés arqueológico, cabe destacar que la primera ocupación de la Peña, a nivel superficial, se corresponde tradicionalmente con la Edad del Bronce.


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