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MEMORIAL INFANTERIA 77

MISCELÁNEA Mapa del Rio de la Plata 1806 Beresford salió del fuerte; Liniers fue a su encuentro; le recibió amablemente y le felicitó por su valor. Las tropas españolas formaron calle y las británicas desfilaron por en medio, hasta un punto en que iban entregando sus armas. Quedaban prisioneros de guerra. El 17 de agosto, Liniers firmó una capitulación en la que se permitía la salida de los prisioneros para Inglaterra. La repatriación de los prisioneros no era entonces cosa extraordinaria ya que solía hacerse. Iban bajo palabra de no tomar las armas durante el resto de la guerra. Al saberse, el Cabildo de Buenos Aires lanzó contra Liniers instigaciones para que se alzara un clamor popular en su contra. Liniers dijo que Beresford pudo haberles hecho un destrozo horroroso, bien que nunca suficiente para haberles quitado la victoria, aunque mucho más ensangrentada; pero lejos de tomar tal desesperada determinación se avino a izar la Bandera Española; explicó que las capitulaciones eran tan solo un justificante para Beresford ante su Gobierno. Beresford siempre fue un caballero. Cuando, poco después a instigación del Cabildo, se dejó de confiar en su palabra y fue sometido a medidas rigurosas de seguridad, se fugó. Posteriormente luchó junto a las tropas españolas en la Batalla de La Albuera en la Guerra de la Independencia, siendo ya Teniente General. Bandera del Rgto. Green capturada a los Ingleses 80 El incidente pronto se olvidó. Era muy grande la popularidad alcanzada por Liniers como caudillo “de Buenos Aires”. Era muy grande, también, su facultad de influir en los corazones. Por eso arrastraba tras de sí a sus hombres y al pueblo en general. La mayoría de los buques británicos se mantenían en el estuario en espera de refuerzos, al mando de Popham. Montevideo y Buenos Aires se preparaban para la defensa. Liniers, demostrando gran actividad y mucha inteligencia profesional, y revelando un verdadero genio organizador, constituyó unidades formadas por hombres agrupados según su procedencia: de Gallegos, de Catalanes, de Cántabros, de Criollos,... Mandó Liniers reunir armas y municiones: las procedentes de buques ingleses apresados, las de las vencidas tropas de esa nación, y las propias de los cuerpos españoles. Pero para 8.000 hombres de que disponía solo pudo reunir 4.000 fusiles; requisó armas de los particulares, pero no pudo armar a todos. De Chile se trajo pólvora y se fabricaron balas a costa del plomo de las cañerías... Se confeccionaron uniformes y equipos y se prepararon elementos de cura... Pronto empezó la instrucción de las tropas según la táctica que exigía batirse en orden cerrado y efectuando difíciles evoluciones, y con dificultad también en la disciplina de carga y de fuego. Faltaban mandos profesionales. En los cuerpos, para escogerlos, se siguió un sistema democrático, por elección de los soldados, de las clases y de los oficiales. Técnicamente hubiese sido mejor seguir el procedimiento de encuadrar reclutas en cuerpos de veteranos, pero aquí no los había. Además, en Ultramar, exigía la tradición de formar cuerpos de milicias según las procedencias. La intensa instrucción duró cuatro meses, tiempo que era insuficiente para poner a esos soldados en condiciones de batirse en campo abierto contra fuerzas aguerridas; pero no pudo disponerse de más. Llegaron al fin los refuerzos esperados por los enemigos: 10.000 hombres. Popham es destituido por el contralmirante Stirling, y viaja a Inglaterra para ser sometido a un consejo de guerra. Las tropas de tierra inglesas las mandaba el Teniente General Whitelocke. Los ingleses atacan Montevideo, que cae en febrero de 1807, a pesar de la ayuda de Liniers y de la Concha, que consiguen regresar a Buenos Aires. El Virrey había huido antes del ataque inglés, lo que causa indignación en Buenos Aires. Ese mismo mes el alcalde del Cabildo bonaerense, Alzaga, alza la muchedumbre contra el Virrey. Se amenaza con


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