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MEMORIAL INFANTERIA 77

MISCELÁNEA Tuvieron los británicos muchas bajas y los que quedaron se hicieron fuertes en una casa. La resistencia fue tal que testigos presenciales dicen que la sangre corría por los desagües de la azotea como el agua en día de aguacero. Atacados por los españoles se rindieron tras tres horas de combate. Otra columna británica logró tomar el convento de Santo Domingo, a pesar de la resistencia de los españoles, los Cántabros. Liniers mandó una columna contra el convento, que avanzó tocando a degüello, a pesar de que tuvo algún reparo, que pronto venció, en atacar el templo de la Virgen del Rosario de su gran devoción. Allí estaban ya las banderas tomadas a los enemigos en la reconquista anterior. Aún están en las paredes del convento las balas de cañón incrustadas de la batalla. Los ingleses estaban teniendo muchas bajas. El Teniente de Navío Hunquera, ayudante de Liniers, se acercó, bajo bandera blanca de parlamento, para intimar la rendición pero los ingleses hicieron fuego sobre él, matándole. Se les dio un minuto entonces a los ingleses para rendirse, y al final lo hicieron. 1.000 hombres se rindieron a Liniers en Santo Domingo. En otra parte de la ciudad, Whitelocke pudo apreciar lo desesperado de su situación al saber que le habían hecho ya más de mil prisioneros y había tenido más de dos mil bajas... En esto llegó una propuesta de capitulación Rendición de Whitelocke ante Liniers que le hacía Liniers, con la condición de abandonar el Plata, devolviendo Montevideo, y con devolución de prisioneros por una y otra parte, incluyendo los del año anterior. De no rendirse, seguía Liniers, “sufrirían sus tropas todos los rigores de la guerra, tanto más cuando tres de mis mensajeros han sido heridos o muertos”, habiéndose presentado en diferentes puntos en que se habían asomado banderas de parlamento. Le daba una hora para decidirse. Whitelocke contestó que no lo haría, teniendo, como tenía, ganados los flancos. Se disculpó de lo de los mensajeros: “Errores que no volveremos a cometer”. Proponía un armisticio de 24 horas, con entrega de heridos. 82 Quería ganar tiempo, pero Liniers mandó romper el fuego con el mayor vigor. Al fin se rindieron, cumpliendo todas las condiciones. Montevideo se devolvió el 9 de septiembre. La victoria fue celebrada con salvas de artillería y voltear de campanas. Las calles se llenaron de gentes ebrias de alegría. Liniers dio una comida a la que se invitó a los Generales vencidos, concurriendo los suyos y las Autoridades civiles. Los británicos reembarcaron. Por su defensa de Buenos Aires, el Rey Carlos IV concedió a Liniers el grado de Mariscal de Campo, Virrey y el título de Conde. Al Cabildo de Buenos Aires le fue concedido el tratamiento de Excelencia y a la Ciudad los apelativos de “Muy Noble” y de “Muy Leal”. Pero muchos sufrimientos le quedaban por soportar a Liniers, luchando contra múltiples adversidades, hasta el momento de ofrendar su vida por su lealtad a España y a la Corona. Efectivamente. El Cabildo de Buenos Aires empezó a abusar de sus prerrogativas y era deber de Liniers oponerse a esa actuación, ganándose le enemistad de aquella corporación ya poderosa. El 20 de julio de 1808 entra José Bonaparte en Madrid, después de ser derrotados los españoles en Medina de Ríoseco; pero enseguida (23 de julio) los franceses son derrotados en Bailén, produciendo su derrota gran resonancia en Europa ya que se llegaron a considerar a sus ejércitos como invencibles. José abandona Madrid; Napoleón tendrá que venir a España a arreglar las cosas. Estos acontecimientos tan trascendentales tienen un reflejo directísimo en el Plata, pues a consecuencia de esta guerra de la Península, el General Sir Arturo Wellesley (posteriormente duque de Wellington), que estaba preparado para llevar a cabo una tercera invasión de aquel territorio, recibe orden de trasladarse con esas tropas a Portugal, que es donde se va a constituir el ejército británico que va a combatir a los napoleónicos en la Península. Cuenta Wellington en sus memorias que cuando comunicó a sus oficiales la suspensión de la expedición al Plata, les produjo gran descontento, ya que querían vengar a sus compatriotas. A finales de julio llegan dos barcos desde España con sendos mensajes para Liniers. En uno le dicen que proclame rey a Fernando VII, ya que su padre ha abdicado. En el otro le dicen que no, que Carlos IV continúa de rey. Después llega otro barco, enviado de Napoleón, con el marqués de Sassenay, para captar a Liniers a la causa bonapartista, insistiendo en su lugar de nacimiento. Aunque Liniers y el marqués se conocían, decide aquél no recibirle sino


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