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MEMORIAL CABALLERIA 85

Doctrina, Táctica y Operaciones El receptor no parecía capaz de recibir la información. (Tal vez por la mala calidad de la señal y mi tono de voz bajo para tratar de no delatar nuestra posición). Repetí el mensaje una vez más y dejé el teléfono abierto con intención de que se escucharan los disparos. (La duración de la llamada fue de 1 minuto y 56 segundos). Al mirar alrededor me percaté de que el teniente coronel húngaro portaba una mochila. Al igual que había hecho antes con la otra persona, le pregunté si llevaba alguna arma en su interior a lo que me contestó que sí, que llevaba una pistola. Le pedí que la sacara. En ese momento mi análisis inmediato fue pensar que si no había sacado su arma hasta ese momento, no iba a ser capaz de hacer uso de ella. Yo estaba en bañador, descalzo y desarmado y vi la oportunidad de hacerme con ella para tratar de detener el ataque. Extrajo la pistola de su mochila, era una del tipo 9 mm parabellum, le miré fijamente a los ojos y simplemente se la pedí: «Can I use your weapon?» («¿Puedo usar tu arma?»). La respuesta, tan incomprensible como conveniente, fue «yes». La cargó, la puso en mis manos y me indicó que tenía el seguro puesto y 14 cartuchos en el cargador. Inmediatamente le quité el seguro. A las 15:46 horas recibí una llamada del centro de operaciones en la que, siguiendo el procedimiento establecido para informar de un incidente, se me requería información detallada acerca del mismo. No era posible en esa situación dar más detalles que los que ya había trasmitido así que repetí mi mensaje anterior y corté la llamada pues el teniente coronel italiano me indicó con gestos que veía a alguien aproximarse. Trate de adoptar una posición más en desenfilada, tratando de reducir silueta, pero era prácticamente imposible, pues éramos muchos para protegernos todos detrás de la cubierta. Observé a un terrorista aproximarse desde una distancia de unos 70 metros. Era un varón que vestía un turbante negro que cubría su cabeza y cuello, dejando solo al descubierto la zona de los ojos. Su piel no era ni clara ni totalmente oscura. Portaba un fusil AK-47 y progresaba colina arriba por el camino rastreando con la mirada a izquierda y derecha en busca de huidos. En ese momento intuí que nuestras vidas y las de todos los que estaban escondidos por la colina iban a depender del resultado de ese enfrentamiento. Mire a mis compañeros de «madriguera» y les dije que estaba seguro de que nos íbamos a salvar. Mis palabras les dieron confianza a ellos y me la dieron a mí también. Les indiqué que cuando disparase abandonaran la posición y tomaran la dirección del camino hacia el suroeste, colina arriba. Adopté una posición lo más estable posible y apunte mi pistola al terrorista. Estaba demasiado lejos como para hacer fuego eficaz sobre él. Sabía que si me adelantaba al momento oportuno de abrir fuego tenía muchas posibilidades de errar, delatar nuestra posición y quedar en inferioridad respecto a su arma. Así que decidí esperar a que se acercara lo más posible. Una espera que se hizo eterna. Progresión del enemigo hacia nuestra primera posición 56 Memorial de Caballería, n.º 85 - Junio 2018


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