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T R O P A S D E M O N T A Ñ A RECORRIDO POR LA HISTORIA Cuando en 1899 el general Camilo Garcia de Polavieja, como ministro de la Guerra, expuso a la reina Regente, Maria Cristina de Habsbur-go- Lorena, los motivos por los que con-sideraba pertinente iniciar la reorgani-zación del Ejército, intentaba corregir las deficiencias puestas de manifiesto en las Campañas de Cuba y Filipinas – el general Polavieja llegó a ser gobernador general de Cuba y capitán general de Fi-lipinas – y, a su vez, emular las corrientes reformadoras de los ejércitos de otras naciones europeas. Así, el ministro, sometía a la conside-ración de la reina la creación de unas tropas especiales de montaña, que tan buenos resultados estaban dando en Francia y en Italia, y para las que exis-tían en España “localidades muy a pro-pósito”. Tropas que no solo debían estar habituadas a esa clase de terreno, sino que, “practicando marchas y maniobras en él” lo llegaran a conocer perfectamen-te, siendo, de este modo, una “gran fuer-za dentro de su territorio”. 44 / / Revista Tropas de Montaña 1899-2019.120 AÑOS DE ENTREGA EN LA MONTAÑA “Nos ha frenado la falta de tropas de montaña que operasen en nuestro flanco septentrional…. y también habría sido fácil nuestra tarea si hubiésemos contado con tropas de montaña…en el sur” General jefe del Octavo Ejército Británico, durante la Campaña de Italia de la II Guerra Mundial, en una carta a Montgomery (1944) Por su misión especial y el terreno en que debían operar debían “constituir núcleos pequeños, pero llevando consi-go los elementos necesarios de combate y los servicios auxiliares”. Pareciéndole, al general Polavieja, lo más convenien-te, que los batallones fueran indepen-dientes, con seis compañías y teniendo afectas, cada uno de ellos, una batería de montaña y secciones de Ingenieros, Administración y Sanidad Militar, no formando unidades superiores más que en casos especiales y muy excepciona-les circunstancias, “por la dificultad de mandos tan extensos en terrenos de di-fíciles comunicaciones”. Sobre la base de los Batallones de Ca-zadores de Reus nº 16, de guarnición en Estella; del Chiclana nº 17, en Ronda; del Vergara nº 18, en Jaca; del Talavera nº 19, en Cáceres; y del Alcántara nº 20, en la Seo de Urgel; se crearon los primeros cinco Batallones de Infantería de Mon-taña, que se numeraron correlativamen-te del 1 al 5, por el mismo orden que los de Cazadores citados. Consecuente con el papel defensivo que la nueva estruc-tura Oliver Leese del Ejército iba a tener, una vez li-quidado el imperio con las pérdidas de ultramar en 1898, los recién creados Ba-tallones de Montaña debían guarnecer las zonas de la sierra de Gata, la serranía de Ronda y la correspondiente a los Pi-rineos. De este modo, se iniciaba en 1899, la andadura orgánica de las Unidades de Montaña, concebidas como tales de forma específica, sin que este hecho su-pusiera desdeñar los esfuerzos de las ya existentes unidades de línea, que a lo largo de la historia, se instruyeron o combatieron en los ambientes específi-cos del medio montañoso. Y comenzaba también un periplo organizativo que aún sigue en marcha, si bien por moti-vos y justificaciones distintas a las del Ministro de la Guerra hace 120 años. Los vaivenes históricos, sociales y pre-supuestarios, llevaron a las unidades de montaña a seguir el devenir del conjun-to del Ejército. La falta de presupuesto nacional ralentizó la transformación de los Batallones de Cazadores en los co-


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