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Tropas_Montaña_004_2020_20-1-20

T R O P A S D E M O N T A Ñ A Presentación / 7 Editorial En estos días las unidades de montaña se agruparán en la Brigada “Aragón” I y esta quedará encuadrada en la División Castillejos. Se completará así un pe-riodo en el que el Cuartel General de la División San Marcial ha tenido la responsabilidad de potenciar la capacidad de montaña en el Ejército de Tierra, en cumplimien-to del propósito y directrices del JEME y de las órdenes del jefe de la Fuerza Terrestre. Han sido unos años intensos en los que se ha dotado de la ma-yor parte del equipo y material técnico que necesitan, se ha consolidado su adiestramiento interarmas mediante ejercicios anuales tipo y se ha impulsado su instrucción, contribuyen-do a la definición de un modelo de enseñanza que reconoce y resuelve la necesidad de que el combatiente en montaña cuente con una preparación técnica muy cualificada derivada de la alta exigencia del medio en el que tiene que vivir, mover-se y combatir. Todo al mismo tiempo que los dos batallones de montaña participaban en la operación L/H, organizando el GTLP encuadrado en los contingentes generados por sus res-pectivas Brigadas. Aunque a priori pudiera parecer paradójico el encuadramien-to de unidades de montaña con unidades acorazadas y me-canizadas y de Caballería en la misma Brigada (para facilitar su preparación), para este Cuartel General, y siempre desde el punto de vista de la preparación, ha resultado una alian-za coherente por haber sido capaces de encontrar elementos esenciales comunes a las necesidades de formación del comba-tiente con los que unificar directrices y proporcionar una guía común desde este nivel de mando. Citare tres que me parecen muy relevantes. El primero se deriva de la exigencia del medio. Ni la montaña ni los materiales acorazados y mecanizados con los que están dotadas las unidades de Infantería y Caballería permiten erro-res a los que tienen la responsabilidad de emplearlos. El nivel de competencia profesional que debe tener el combatiente encuadrado en unas y otras unidades debe ser alto. Requiere técnica, método, progresividad y permanencia en el encua-dramiento que asegure que la experiencia que se adquiere se traduce en un mejor funcionamiento del Equipo, elemento im-portante en cualquier unidad militar pero imprescindible en aquellas que tienen que moverse en una cordada o en un carro de combate poniendo su saber hacer individual y su responsa-bilidad al servicio del Equipo. En segundo lugar deben citarse las peculiaridades que se le exigen al que tiene la responsabilidad de ejercer el mando. Si cada combatiente debe estar bien enseñado e instruido, en ambos casos el jefe de la Pequeña Unidad tiene un papel muy relevante en la preparación de sus hombres y mujeres, y en su guía ejemplar. Los oficiales y suboficiales deben tomar conti-nuamente decisiones basadas en un profundo conocimiento del medio que les permitan identificar los riesgos para la segu-ridad que no deben aceptar en las actividades de instrucción y adiestramiento. El mando se forja mandando y en el caso de los jefes de estas Pequeñas Unidades, el medio con el que tiene que convivir impone sus reglas que deben conocerse en pro-fundidad para obtener de él el mejor rendimiento. Continua-mente debe tomar decisiones adaptadas a la situación. Finalmente haré referencia a la fortaleza moral, una cualidad imprescindible para los componentes de cualquier unidad mi-litar. Aquí se les exige valor y el espíritu de sacrificio de los Ji-netes del Alcántara por la dureza del medio o por saberse uno de los principales objetivos a batir en el combate, compañeris-mo que facilite el trabajo en equipo y la cohesión de la uni-dad, y disciplina con la que se acometan todas las actividades conforme a un guion del que no parece conveniente salirse y que viene trazado nuevamente por las duras condiciones que impone el medio y el material. Queda camino que andar a unas extraordinarias unidades que al hacerlo “dejan huella”, las de montaña como las acorazadas, mecanizadas y de Caballería, como cualquier otra unidad mi-litar en la que el ejercicio de la profesión militar con plenitud está cargado de responsabilidades y también de satisfaccio-nes, las que se derivan de prepararse para combatir con perso-nas y, en estos casos, del exigente medio en el que se desarrolla la acción, un medio que necesita un soldado muy capaz de su-perarse a sí mismo todos los días. ¡Buen camino, para los Cazadores de Montaña! Antonio Ruíz Olmos Jefe de la División San Marcial


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